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Thursday, June 28, 2012

NEW KIDS ON THE BLOCK Y SU PERFECTA HUMANIDAD. CAPÍTULO 4


IV
Cada día de nuestras vidas es una oportunidad de comenzar de nuevo y reparar todo el mal que hemos hecho, de corregir todos los errores que hemos cometido o de afrontar la realidad mirándola de frente.

            Desde aquel inolvidable día todo comenzó a cambiar para Diana, cambios que, sin embargo, se suscitaron tan lenta y apaciblemente, que dieron a todos una natural sensación de fluidez. El tiempo transcurrió sin contratiempos de ninguna especie avanzando inexorablemente hacia un desenlace que nadie pudo prever. Claramente para Diana ya nada volvería a ser como antes, lo sabía con certeza y se entregaba enceguecida a disfrutar de cada día tan plenamente como su edad y experiencia le permitían. Ya no pasaba tanto tiempo con Jordan, su querido amigo. Ahora dedicaba sus tardes a Jonathan. Solían salir a caminar por la ciudad tomados de la mano conversando alegremente sobre todo lo que viniera a sus mentes. Ambos experimentaban una felicidad inimaginada hasta entonces. Sus paseos podían durar horas, a veces sin palabras y otras con exceso de ellas, tal como aquella tarde cuando la niña Diana estuvo a punto de hablar y no fue capaz. ¿Cómo podría hacerlo ahora? La incertidumbre era demasiado grande. Tenía miedo, mucho miedo. Y como siempre calló…
            Mientras sonreía, Jonathan relataba una anécdota que había vivido en su instituto, no hacía mucho tiempo, al inicio de aquel mismo año. Diana reía sin poder contenerse en tanto que él trataba de lograr algo de seriedad por parte de ella cuando le estaba contando aquello que tanto lo abochornaba y, aunque aquellas cristalinas risas no lo molestaban, sino que se maravillaba en su dulce musicalidad, se fingía irritado para lograr algún efecto de seriedad sin lograrlo en lo absoluto para, finalmente, contagiado de la comicidad del relato, reír de buena gana junto a ella, no obstante, en su fuero interno hubiera preferido que Diana no riera tanto cuando él trataba de ponerse serio. Normalmente ella también le contaba lo que le ocurría en el colegio, pero Jonathan trataba de no reír cuando algo le parecía gracioso, al menos no reír desenfrenadamente como le sucedía a ella. Aquella tarde, de pronto la risa cesó cuando sintió algo muy extraño, como si de pronto fuera a suceder algo extraordinario y Diana por fin le diría aquello que creía leer en sus ojos cuando ella se quedaba mirándolo por largo rato, tanto que, a veces fácil, él hubiera pensado que eran horas.
- Estoy hablando en serio. No te rías tanto.
Le dijo él conteniendo la risa en su garganta.
- Lo siento, no es lo que dices, es el cómo lo dices.
Encontrándole toda la razón él la abrazó para reír junto con ella.
- Yo también tengo algo que contarte…
Ella se detuvo y puso una cara muy seria de pronto, abriendo mucho los ojos, tanto que Jonathan se preocupó situándose al frente y comenzó a mirarla detenidamente hasta que pasados algunos segundos ella dijo:
- Hoy por la mañana llegué atrasada por primera vez y fue todo un acontecimiento. El profesor no me hubiera dicho nada, pero los compañeros protestaron. Que la injusticia y no sé qué más, así es que tuve que reportarme en la dirección.
Jonathan sonrió aliviado, pensando que no debía especular tantas cosas sobre su querida Diana, sin sospechar que ella moría por no atreverse a decir lo que en verdad quería decir, lo que realmente tenía que decir.
            Definitivamente ella sentía que era necesario sincerarse, pero el miedo se había transformado en terror y ese terror se tradujo en dos lágrimas deslizándose por sus mejillas que de pronto estuvieron tan pálidas como el mármol. Jonathan enternecido creyó ciegamente que la razón de tal estado era aquella pueril excusa. Lejos estaba de sospechar que, aunque verdadera, a Diana no le importaba en lo más mínimo.
- Tranquila, no es tan grave.
La abrazó tiernamente y secándole las lágrimas con sus dedos, la besó reconfortándola verdaderamente, pero no por la razón que él creía.
            Ella se sintió tan querida que no dejaba de preguntarse si Jonathan permanecería en su vida o se alejaría con el tiempo y la edad. Después de todo era su primer amor y sabía que los primeros amores no perduraban. Aquella posibilidad le provocaba una gran amargura. Estaba segura de que nunca sería capaz de querer a nadie como estaba queriendo a ese maravilloso joven. Tras algunas semanas de noviazgo a escondidas, estaba segura de que lo amaba y aunque todavía no había despertado en ella el deseo, sabía que él sería el padre de sus hijos, el compañero que ni siquiera se había atrevido a imaginar ni a soñar. Cómo podía sentirse tan completa al lado de alguien, era algo que no lograba entender. Tampoco lograba comprender cómo alguien como Jonathan, tan sereno, responsable y maduro pudiera haberse fijado en una niña. Porque ella era una niña de doce años y con el cuerpo de una niña de diez. No lo entendía, pero estaba feliz y agradecida de que así fuera.
* * *
            Algunas semanas más tarde luego de este episodio, Jonathan invitó a Diana a tomar helado a una conocida fuente de soda donde solía ir con sus compañeros de instituto. El lugar era amplio, luminoso y muy fresco. Las mesas redondas de cristal sintético parecían hechas de hielo. Diana, siendo una niña más bien frugal, pidió una pequeña copa de piña, su sabor favorito y Jonathan un gigantesco helado triple, cubierto de chocolate granizado.
            Cuando estaban en la mitad de sus helados un par de muchachas se les acercaron. Eran Tatiana y Melanie, compañeras de Jonathan en sus clases.
- Jonathan, ¿cómo estás?
Él se puso de pie para saludarlas amablemente. Diana observaba sin dejar de saborear su helado.
- ¿Cómo están?
Les dio un beso y un abrazo a cada una. Ellas miraron a Diana y sonrieron para luego comentar.
- Eres tan lindo Jonathan. Trajiste a tu hermana chica. ¡Hola!
Se le acercaron y la saludaron cariñosamente.
            Diana bajó la cabeza y esperó en silencio a que Jonathan se cohibiera ante aquel comentario. Después de todo era tan pequeña para él. Para su sorpresa él se molestó sin evidenciarlo más que en una expresión de seriedad.
- Diana es mi novia.
Las jóvenes se miraron una a la otra y luego a Diana quien les dirigió una mirada de orgullo.
- ¡Ah!, ¡qué bien! Bueno, nosotras nos tenemos que ir. Un placer conocerte…, Diana.
Rápidamente desaparecieron tal como habían llegado.
            Jonathan tomó asiento nuevamente y esta vez tomó la mano de Diana acariciándola con dulzura. Y sonriendo continuaron conversando como si nada. Pasados algunos minutos nuevamente alguien se acercó. Un muchacho rubio de rostro muy alegre quien saludó a Jonathan con un fuerte apretón de manos, un abrazo y luego desinhibidamente se acercó a Diana para saludarla con un beso en la mejilla. Jonathan lo invitó a sentarse. Su nombre era Donald Wahlberg y a diferencia de las jóvenes anteriores no hizo ningún comentario desagradable sino todo lo contrario, encontró a Diana muy bonita y comentó que Jonathan era un tipo afortunado. Normalmente hombres y mujeres diferían en su apreciación sobre Diana. A ellos les agradaba y no les parecía tan niña como a ellas. Sin duda ella tenía algo muy atractivo para el sexo opuesto. Jonathan lo sabía y no dejaba de preguntarse qué sucedería cuando ella creciera y se convirtiera en mujer. Pero en realidad no se preocupaba mayormente de eso. Lo que sí le preocupaba era la edad. La diferencia de edad que entre ellos existía. Tal vez tres años no es mucho tiempo, pero en este momento se notaba y para él era importante. Aquello lo hacía contenerse en todo aspecto. Nunca se propasaba en nada y estaba decidido a ser tan delicado con ella como sus fuerzas se lo permitieran. Para lograrlo jamás iba a lugares solitarios y evitaba acercársele demasiado, sin dejar de ser cariñoso, siempre la estaba cuidando, aunque dentro de sí moría con cada beso y cada abrazo que ella le brindaba.
- ¿Qué haces en la ciudad?
Preguntó Jonathan a Donnie mientras se acomodaba nuevamente en su asiento.
- Lo de siempre, visitando a la familia.
Respondió mientras miraba a Diana con una gran sonrisa.
- Y dime, ¿cómo has estado?
- Bien. Aprendiendo como loco.
Jonathan miró a Diana para comentarle:
- Va a ser cantante. Estudia música, baile…
Le dijo mientras sonreía casi divertido de la ocurrencia de su amigo Donnie, sin siquiera sospechar que sería aquel amigo artista quien en el futuro cambiaría su propia vida.
- ¿De verdad?
Preguntó Diana con una gran sonrisa.
- Bueno, si pienso hacer algo, tengo que hacerlo bien.
Dijo sonriendo con picardía.
- El espectáculo es un mundo muy exigente. Hay que ser muy trabajador y no dejarse abatir por las dificultades que pueden aparecer en el camino. No sólo está el tema de la competencia con otros que hacen lo mismo, está también el ojo del que trabaja el producto artístico desde la hegemonía del poder comercial, si algo no les parece productivo o muy prometedor no se interesan y ahí mueren muchos sueños. Si logras ser reconocido por ellos, luego tienes que seguir trabajando para mantenerte.
Dijo ella entre una y otra cucharada de helado y algún comentario de Donnie que Jonathan no escuchó ni tuvo consciencia.
Ante estos comentarios de Diana, él siempre se sentía sorprendido y perplejo, no sólo parecía saber tantas cosas, sino la forma de expresarse correspondía a una persona mayor. Donnie lo miró con la misma expresión, pero Jonathan no percibió la mirada de su amigo, mientras Diana no se daba por aludida entretenida como estaba con su helado.
- Es verdad, por ahora sólo estoy estudiando canto, piano y baile.
Dijo finalmente Donnie y con su alegre sonrisa continuó conversando con Jonathan y Diana largo rato, hasta que se retiró prometiendo a su “brother” una llamada telefónica.
            Se despidió cariñosamente de Diana y luego se alejó llevándose la enorme caja de helados que había venido a comprar y que ya estaba lista.
* * *
            El tiempo del colegio llegaba a su fin y el último día de clases se dejó caer abruptamente. Aquella mañana Jordan le pidió a Jonathan que lo llevara al colegio porque tenía que hacer algo muy importante y necesitaba de su ayuda. Al llegar, Jordan se acercó a Diana quien se encontraba en uno de los jardines frente al edificio principal. Jonathan se había quedado apoyado en el auto esperando pacientemente a que Norman lo llamara. Hasta la fecha nada le había dicho de su noviazgo con Diana. Lo mantenía en secreto para su familia. Ciertamente lo había conversado con ella insistiendo en que Jordan se molestaría cuando se enterara. Ella le decía que no, que Jordan estaría muy contento. Pero Diana nada sabía de la promesa que Jonathan le había hecho a su hermano y ella tampoco le había mencionado que Jordan sabía que ella lo quería, incluso desde antes de que ellos iniciaran su relación.
- ¡Jonathan, ven!
Llamó Jordan desde el jardín. Jonathan se acercó lentamente con las manos en los bolsillos.
- ¿No vas a saludar a Diana?
Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
- Claro, por supuesto.
Respondió Jonathan sonriendo y sin saber cómo saludarla se acercó lentamente a Diana abrazándola de manera muy delicada.
- Vamos, déjate de niñerías, hermanito.
Le espetó dándole un empujón.
- Lo sé todo. Te he visto montones de veces con Diana. Sé que han estado saliendo desde hace como dos meses.
Jonathan puso cara de espanto y Jordan rió alegremente.
            En ese momento se acercó a ellos Perla quien venía sonriendo y acercándose a Jordan se apresuró para saltar a sus brazos y darle un acalorado beso en los labios. Jonathan no salía de su asombro y miraba a Diana quien sonreía sin proferir palabra mostrando su total sorpresa levantando los hombros y moviendo la cabeza de lado a lado.
- No eres el único que tiene sus secretos, hermanito.
Dijo Jordan balanceando el cuerpo de un lado a otro con Perla abrazada para reír de buena gana.
- Pero…
- Pero nada, Jon, puedes estar tranquilo. Yo estoy muy contento con mi bella princesa.
Le dijo sin aclarar el contenido de aquellas palabras, pero Jonathan captó el mensaje y pudo respirar aliviado.
- Diana, el director te espera en su oficina, parece que tiene noticias importantes.
Informó Perla y Diana cerró sus ojos para hacer una pequeña oración y luego alejarse del grupo sin explicar nada más.
            Luego de largos minutos de espera Diana volvió muy seria. Venía con las manos apretadas y caminando con cierta dificultad. Al llegar les contó que se había ganado una beca para ir a estudiar un curso de verano en una de las universidades más prestigiosas del país. Todos se alegraron mucho y la felicitaron por tan importante logro. Jonathan, por primera vez pudo mostrar delante de su hermano sus verdaderos sentimientos y el tipo de relación que sostenía con Diana. Jordan, quien continuaba abrazado de Perla, sintió una inmensa emoción de ver a su amiga junto a su hermano y se propuso hacer todo lo necesario para que aquello no terminara nunca.
* * *
            Pero el año había terminado y Diana haría un viaje a su ciudad de origen. El día de la despedida luego de un almuerzo en casa de la familia Knight, Jonathan fue al terminal de buses a dejar a su pequeña novia. Mientras esperaban la salida del bus comenzó la despedida que de pronto adquirió un tono triste y de gran pesadumbre.
            Jonathan y Diana permanecían abrazados sin querer soltarse, se acariciaban tiernamente y ella apoyaba su cabeza en el pecho de él.
- ¿Por qué te tienes que ir?
- Tengo algo muy importante que hacer, pero volveré pronto, lo prometo.
- Pero, ¿cuándo?
- No lo sé exactamente, pero trataré de que sea lo antes posible.
- Te quiero.
Le decía y la besaba. ¿Por qué tenía que ser siempre tan evasiva en sus respuestas?
            Él nunca la importunaba con preguntas, porque rápidamente había notado lo molesta y nerviosa que se ponía cuando se sentía interrogada. ¿Era tan mala su vida que siempre evitaba recordarla de cualquier manera? Estas interrogantes siempre angustiaban al buen Jonathan, pero nunca quiso causarle más dolor al hacerla recordar cosas que presentía que ella no quería recordar para nada.
            Por los parlantes se escuchó el último llamado para abordar el bus. Jonathan la abrazó con más fuerza queriendo nunca separarse de ella. Diana se aferró a su cuerpo para sentir todo su calor y su fuerza, fuerza que ahora necesitaba desesperadamente. Se aprontaba a iniciar un viaje decisivo para el resto de su vida y necesitaba toda su fuerza para culminar con éxito aquello que se había propuesto desde hacía tanto tiempo. Dónde encontraría esa fuerza, no lo sabía, pero sí sabía que ahora estaba recibiendo gran cantidad de su amado Jonathan. De ese abrazo surgió un beso suave, profundo, ardiente... Por primera vez Jonathan recorría el cuerpo de su Diana de una manera sensual, posesiva, acercándola hacia sí con deseo. Ella se dejó llevar por la fuerza de la pasión de hombre joven contenida tanto tiempo por Jonathan y a su vez sintió algo que nunca había experimentado, un deseo de fusión, algo egoísta porque nada en el mundo le importaba tanto como ser parte de la existencia de Jonathan, aquello le causó dolor y angustia, casi como si se sintiera más sola que nunca. El amor no podía provocarle aquel desconsuelo. Cayó en la cuenta, cuando ya se estaba instalada en su asiento, de que su miedo a perder a Jonathan era mayor del que previamente había experimentado cuando le escribió la carta confesándole toda la verdad. ¿Podría él entenderla? Anhelaba que así fuera, al mirarlo ahí abajo, tanto o más triste que ella entendió que sí, que él comprendería todo y lo aceptaría. Abrió la ventanilla y cuando el bus iniciaba su recorrido le dijo que en la guantera le había dejado una carta con un número telefónico para que la llamara, mientras él le gritaba que la amaba y que llamaría lo antes posible.
            Ninguno de los dos sospechaba todo lo que iba a ocurrir. Que aquélla sería una despedida definitiva porque nadie puede controlar los eventos que ocurren sin previo aviso y que separan a las personas de cruentas maneras. 

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