IX
A veces sólo basta una mirada
para empezar a amar. A veces, sólo una sonrisa.
El
sol se elevaba firme y decidido cubriendo a la ciudad de un hálito de alegría
que empapaba a todos los participantes de la nueva campaña que Diana encabezaba
una vez más. Se trataba de salud para todos los animales de los barrios más
pobres. Los niños recibían con alegría la visita de la doctora todos los
últimos sábados de cada mes y corrían tras la camioneta ambulancia donde iban
todos los suministros médicos necesarios para cumplir cabalmente con todos los
objetivos propuestos para aquella campaña en particular.
Cuando la doctora
Franzani y su asistente Jorge Rivas, su mano derecha, descendieron del vehículo
los niños corrieron a abrazarlos. Esta era la tercera campaña que Diana llevaba
a efecto en la ciudad y los niños ya la conocían y la querían, no sólo por el
bien que entregaba a sus mascotas, sino por su suave ternura que muy pocas
veces habían visto en un adulto. Muchos de ellos habían, además, notado como
sus perros y gatos, fundamentalmente, mejoraban tras alimentarlos con las
comidas que ella repartía gratuitamente en cada visita. La banda observaba,
desde la distancia, maravillados ante tanto cariño contenido en aquellas caritas
infantiles al acercarse a ella y los doctores, varios se conmovieron al ser
reconocidos por los niños que los saludaban afectuosamente. Hasta ese momento
creían que sólo tenían un público mayoritariamente femenino, ahora comprendían
que no era así. No había duda, su presencia estaba bien justificada, había sido
una excelente idea después de todo. Sin embargo, todos estaban decididos a
prestar su colaboración lo más sobriamente posible, con el único propósito de
ayudar a tanto pequeño que veían a su alrededor. Sólo Joey, el más joven, sabía
que no sería de ese modo. Estaba decidido a hacerse notar y tenía todo
preparado para tal efecto. Montó un show de lo más entretenido, el que le valió
la simpatía de todos los concurrentes especialmente de las madres de aquellos
niños. El resto de los integrantes de la banda se dedicó a trabajar en silencio
ayudando a los médicos con los animales en diversas labores como alimentar a la
población canina vagabunda que parecía hambrienta y abandonada. Más de algún
susto pasaron cuando creyeron que serían atacados por los animales, pero
rápidamente el contingente de expertos se hacía cargo de la situación, dando
alivio no sólo a los “hermanos menores” sino a los propios muchachos que en más
de una oportunidad huyeron despavoridos de animales aparentemente salvajes.
También colaboraron en la práctica de esterilizaciones con la finalidad de
controlar el número de la población animal vagabunda. Todo estaba coordinado
con la autoridad respectiva.
Danny estaba
impresionado con la eficiencia de los médicos y de la cantidad de cuidados
higiénicos que aquellas cirugías demandaban. Nunca había sido afecto a los
animales de ninguna especie, pero en aquella oportunidad decidió que adoptaría
un perro prontamente, tenía una casa enorme con un gran patio donde alguno
sería plenamente feliz. Aquello había sido motivado, en primera instancia, por
la charla que daba Diana acerca de la tenencia responsable de animales. En
términos sencillos, Danny, comprendió que todos los problemas que generan los
animales vagabundos como los ataques de perros a seres humanos, la
sobrepoblación, o las múltiples enfermedades que estos evidencian en sus, a
veces, repulsivos cuerpos provocando contagios al ser humanos, principalmente a
sus dueños, no era ni más ni menos que culpa de seres humanos irresponsables y
descuidados, o en términos duros, animales insensibles y crueles que se creían
superiores a aquellos que no poseían el lenguaje articulado, el habla. En su
mente se dibujaban otra clase de epítetos más groseros, pero su pudor no
permitía que lo verbalizara de ningún modo.
Cada cierto rato,
algo los sacaba de su concentrado trabajo. Era Joey que más que trabajar con
los animales estaba con los niños, con quienes organizaba cantos, bailes y
diversos entretenimientos de los cuales era siempre el centro de atención.
- Realmente este tipo nació para
las luces.
Comentó Danny a Donnie,
por lo bajo, muerto de la risa, quien no podía creer el desparpajo de Joey
transmitiendo por los altoparlantes, promoviendo la actividad y llamando a
colaborar a todos los que lo escucharan.
Hasta
cierto punto todo anduvo sobre ruedas, como siempre. Trabajaron arduamente y
aunque se sentían cansados, también estaban conformes con la labor realizada
durante aquella jornada. Pero más temprano que tarde, los peores temores de Jonathan
se confirmaron antes de que pudieran hacer algo para evitarlo. Al principio
todo parecía muy inocente. Las mamás de los niños comenzaron a llegar
lentamente para acompañar a sus hijos en la atención de sus queridas mascotas.
Al menos eso fue lo que dijeron a los niños. Las verdaderas razones iban por
otro lado. Querían conocer a la banda más popular del último tiempo. Poco a
poco se fueron acercando a ellos y pidiendo uno que otro autógrafo o tomándose
alguna foto. Todas aquellas acciones parecían normales e inofensivas y los
chicos las encararon con naturalidad. Pero la noticia de que ellos estaban presentes
en aquel lugar de la ciudad y en el marco de una campaña de salud pública para
animales atrajo prontamente a un gran contingente de muchachas quinceañeras.
Llegó un momento en que tuvieron la impresión de que se trataba de un mar de
fans que se volcaron a las calles para ver a sus estrellas, o sea, ellos mismos
y tuvieron terror de ser asfixiados por tanta niña descontrolada que a esas
alturas comenzaban a llegar en grupos que gritaban por ellos y corrían desenfrenadas
a su encuentro. Fue tanto el alboroto que se produjo hacia el final de la
campaña que todos tuvieron que huir en distintas direcciones tratando de,
literalmente, salvar el pellejo. Incluso Diana tuvo que escapar de la
muchedumbre asida del brazo por Joey quien siempre se encontró junto a ella
vociferando a favor de la campaña.
Ya por la noche
cuando todos estaban, literalmente a salvo, varios lo culparon por el penoso incidente. No obstante el joven no se
dejó amilanar por las acusaciones, pues se defendía arguyendo que tenía la
mejor de las intenciones y que tal vez el único error que había cometido era el
llamar por altoparlante para que las mamás se acercaran a los doctores con sus
animales y aprovecharan de conocer al grupo que estaba allí aquella tarde. Le
gustaban los animales, pero sobre todo le gustaban los niños. Sentía un
profundo amor por la infancia y estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de
defender a los niños de la pobreza, la delincuencia o las drogas. Él siempre
estaba participando activamente en cuanta campaña que involucrara los derechos
de los niños. Por eso cuando Diana les comentó que haría aquella acción de
ayuda pública fue el primero en ofrecerse como voluntario.
- ¿Estás seguro? No es fácil
estar en las calles. A veces hace frío, a veces la gente no recibe muy bien.
Le dijo Diana
extrañada por tanto entusiasmo, pero al mismo tiempo muy feliz de ver que el
joven se interesaba tanto por el tema.
- Seguro. Estoy dispuesto a
limpiar “popó” si es necesario.
Todos rieron
alrededor de la mesa donde saboreaban las delicias preparadas por Diana para
agasajar a sus distinguidos invitados. En aquella velada ella les había comentado
algo de sus actividades, entre ellas la cercanía de la nueva campaña de salud
animal.
- ¿Y no te da susto que lleguen
tus admiradoras?
Jordan le espetó,
sonriendo burlonamente, luego del inesperado ofrecimiento de Joey.
- Claro que no. Basta que no se
enteren los medios. Si ellos no saben, las chicas tampoco lo sabrán. Vamos
chicos, será divertido y sería muy interesante verlos haciendo algo por alguien
más, que no sea ustedes mismos.
Ese ácido comentario
había dejado algo descolocados a los amigos quienes luego de discutir algunos
pormenores y cuestiones varias se habían comprometido para ayudar a Diana con
toda sinceridad y buenos deseos. Jonathan, por su lado, estaba decidido a
colaborar, pero como en todo lo que hacía, la mesura y delicadeza se hacían
presentes, habiendo guardado un pulcro silencio con sus intenciones y sus
opiniones, las que comentaba a solas con ella y el firmamento como testigo y,
ciertamente, ya lo había hecho.
Cuando
las descalabradas adolescentes habían aparecido por las esquinas, al principio
mermadamente, los muchachos comenzaron a alertarse y disimuladamente se fueron
retirando, pero de un momento a otro el mar de féminas descontroladas se hizo
presente avasalladoramente y la huida se hizo patente, descontrolada y totalmente
desarticulada.
Jonathan
por su parte huyó tratando de salvar los suministros médicos y a Jorge Rivas
quien se encontraba operando de un tumor aparentemente benigno de un pequeño
perrito apoyado por una asistente. Se llevó el vehículo del hospital veterinario
donde lo estaban atendiendo y se dirigió a la clínica donde el perrito quedó
internado. Tras lo cual tuvo que devolverse para recoger a los trabajadores del
centro médico que habían quedado abandonados. Jordan y Donnie, por su parte,
habían corrido desapareciendo por los recovecos de una ciudad que ya no
acostumbraban recorrer, hasta que exhaustos y algo perdidos tuvieron que tomar
un taxi que los llevara de vuelta a la clínica donde habían dejado sus
automóviles. Durante todo ese tiempo no podían dejar de reír. Danny, en cambio,
afrontó a la lluvia de fans que se acercaban a pedirle autógrafos. En opinión
del resto, él de nada tenía que preocuparse, con esa figura, pura fibra y
músculo laboriosamente esculpido a fuerza de un constante trabajo, cualquiera
que se le acercara difícilmente le causaría algún daño, y todos reían con
aquellos comentarios que no tenían otro fin que provocar la hilaridad de los
amigos, aunque ciertamente no dejaban de tener algo de razón.
Diana, desconcertada
no dejó de sorprenderse y sentirse confundida cuando se sintió tironeada por
Joey, quien la arrastraba por las calles en una loca carrera. En ningún momento
ella pensó en huir cuando comenzó a notar la agitación que se levantaba a su
alrededor. No conocía el asedio de las fans ya que no estaba involucrada en ese
mundo hasta ese momento y nunca había sentido inclinación por ningún grupo
musical de ninguna especie. Le costaba mucho comprender la pérdida del
autocontrol que una dama debe mantener en toda ocasión… aunque nunca pudo
olvidar el incidente que tuvo en el colegio cuando se tramó a golpes con otra
muchacha. El mundo de las estrellas, cantantes o actores nunca habían llamado
su atención. No estaban entre sus intereses. De hecho, la primera vez que vio a
la banda por la televisión no le tomó ninguna importancia, siguió haciendo su
trabajo como si nada. Lo recordaba con toda claridad. En ese momento estaba
atendiendo un pequeño perrito chihuahua que tenía problemas de diabetes en un
domicilio. Al escuchar la canción de su grupo favorito, la adolescente dueña
del perro le comentó lo guapos que estaban los chicos. Diana, dando una mirada
superficial al televisor se reía de aquellos comentarios y los ponía en duda,
ante lo cual, la jovencita, para probarle que tenía razón, justo antes de que
la doctora se retirara de la casa corrió a mostrarle una revista donde estaba
una foto del quinteto. Diana casi se desmayó ahí mismo.
- Doctora, ¿qué tiene? Está muy
pálida. Tranquila, le traigo un vaso con agua.
- Nada, no es nada. Creo que
estoy cansada. Nada más.
- ¿Segura?
- Segura. No hay problema… pero,
déjame mirar esa revista. Tienes razón después de todo, son bien guapos estos
cantantes.
No podía creer que su
amigo Jordan y Jonathan, su antiguo novio estuvieran frente a sus ojos. Leyó rápidamente
el artículo para convencerse de que eran ellos mismos. Su primera impresión
estaba en lo correcto, era ellos, no había la menor duda al respecto.
Posteriormente se dedicó a investigar todo lo que pudo respecto del grupo sin
prestar mayor importancia al resto de los integrantes. Cuando comprendió que
aquello no la llevaría a nada en lo absoluto decidió olvidarse del asunto y
dedicarse a lo suyo y nada más que lo suyo, su trabajo.
Cuando pudo
comprender lo que pasaba, sentada, con el corazón en la garganta, en un
recoveco de una calle cuyo nombre nunca supo y tras haber corrido no sabía
cuánto rato ni cuántas cuadras ya no dejaba de reírse conmocionada por tanto
alarido y por aquella huida tan repentina de la que fuera víctima y parte.
Estaba prácticamente secuestrada por Joey quien, no perdía su cara de
contrición, lo que provocaba en Diana una risa cada vez menos controlada. Entre
más lo observaba más reía hasta que finalmente él, dándole la razón, rió tanto
hasta caer al suelo perdiendo todas sus fuerzas. Cuando creyeron escuchar
nuevamente a las enloquecidas chiquillas él se puso rápidamente de pie y
tomándola de la mano la obligó a correr aun otro par de cuadras hasta sentirse
realmente a salvo. Giraban en una esquina a la derecha, luego a la izquierda.
Luego se escondían en grandes puertas que parecían cavadas en las paredes de
antiguas casas coloniales.
- Realmente es una vida
interesante la que llevas… y muy cansada, muy cansada.
Bromeó
Diana entrecortadamente, absolutamente cansada con apenas fuerzas para pensar
lo que decía.
- Es el precio que debo pagar por
hacer algo en lo que realmente soy muy feliz.
Respondió
él medio pronunciando cada palabra a punto de desfallecer. Su estado físico era
mejor que el de Diana, pero estaba aterrado de que pudiera aparecer otra fans
que sus palabras más que de cansancio parecían de susto. En ese momento sintió
deseos de nunca volver a ver una seguidora en su vida.
Ella
lo miró sin comprender aquellas palabras pero sonrió sintiendo algo parecido a
la lástima por aquel jovencito. Joey sonrió, a su vez, experimentando tras esa
sonrisa angelical una calidez que nunca antes había vivenciado, un cariño por
Diana que nunca imaginó que sentiría tras haberla conocido y que descubrió tras
recordar la primera vez que la vio. Para él nada significaba, pero cuando pudo
verla directo a los ojos la intriga de qué significaba ella para Jonathan,
llenaría de pensamientos su mente los siguientes días.
- Vamos a la clínica. Creo que
estamos cerca. Reconozco esta área… No puede ser que hayamos corrido tanto.
Observó
Diana alrededor y comenzaron a caminar rumbo a la clínica donde llegaron casi
oscureciendo y a punto de ponerse a llover. El invierno llegaba y los días
estaban cada vez más fríos.
Mucho fue lo que le
recriminaron por el incidente pero él nunca se arrepintió, sentía que había
hecho lo correcto a pesar de todas las peripecias que tuvieron que pasar.