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Saturday, July 07, 2012

NEW KIDS ON THE BLOCK Y SU PERFECTA HUMANIDAD. CAPÍTULO 9


IX
A veces sólo basta una mirada para empezar a amar. A veces, sólo una sonrisa.

            El sol se elevaba firme y decidido cubriendo a la ciudad de un hálito de alegría que empapaba a todos los participantes de la nueva campaña que Diana encabezaba una vez más. Se trataba de salud para todos los animales de los barrios más pobres. Los niños recibían con alegría la visita de la doctora todos los últimos sábados de cada mes y corrían tras la camioneta ambulancia donde iban todos los suministros médicos necesarios para cumplir cabalmente con todos los objetivos propuestos para aquella campaña en particular.
Cuando la doctora Franzani y su asistente Jorge Rivas, su mano derecha, descendieron del vehículo los niños corrieron a abrazarlos. Esta era la tercera campaña que Diana llevaba a efecto en la ciudad y los niños ya la conocían y la querían, no sólo por el bien que entregaba a sus mascotas, sino por su suave ternura que muy pocas veces habían visto en un adulto. Muchos de ellos habían, además, notado como sus perros y gatos, fundamentalmente, mejoraban tras alimentarlos con las comidas que ella repartía gratuitamente en cada visita. La banda observaba, desde la distancia, maravillados ante tanto cariño contenido en aquellas caritas infantiles al acercarse a ella y los doctores, varios se conmovieron al ser reconocidos por los niños que los saludaban afectuosamente. Hasta ese momento creían que sólo tenían un público mayoritariamente femenino, ahora comprendían que no era así. No había duda, su presencia estaba bien justificada, había sido una excelente idea después de todo. Sin embargo, todos estaban decididos a prestar su colaboración lo más sobriamente posible, con el único propósito de ayudar a tanto pequeño que veían a su alrededor. Sólo Joey, el más joven, sabía que no sería de ese modo. Estaba decidido a hacerse notar y tenía todo preparado para tal efecto. Montó un show de lo más entretenido, el que le valió la simpatía de todos los concurrentes especialmente de las madres de aquellos niños. El resto de los integrantes de la banda se dedicó a trabajar en silencio ayudando a los médicos con los animales en diversas labores como alimentar a la población canina vagabunda que parecía hambrienta y abandonada. Más de algún susto pasaron cuando creyeron que serían atacados por los animales, pero rápidamente el contingente de expertos se hacía cargo de la situación, dando alivio no sólo a los “hermanos menores” sino a los propios muchachos que en más de una oportunidad huyeron despavoridos de animales aparentemente salvajes. También colaboraron en la práctica de esterilizaciones con la finalidad de controlar el número de la población animal vagabunda. Todo estaba coordinado con la autoridad respectiva.
Danny estaba impresionado con la eficiencia de los médicos y de la cantidad de cuidados higiénicos que aquellas cirugías demandaban. Nunca había sido afecto a los animales de ninguna especie, pero en aquella oportunidad decidió que adoptaría un perro prontamente, tenía una casa enorme con un gran patio donde alguno sería plenamente feliz. Aquello había sido motivado, en primera instancia, por la charla que daba Diana acerca de la tenencia responsable de animales. En términos sencillos, Danny, comprendió que todos los problemas que generan los animales vagabundos como los ataques de perros a seres humanos, la sobrepoblación, o las múltiples enfermedades que estos evidencian en sus, a veces, repulsivos cuerpos provocando contagios al ser humanos, principalmente a sus dueños, no era ni más ni menos que culpa de seres humanos irresponsables y descuidados, o en términos duros, animales insensibles y crueles que se creían superiores a aquellos que no poseían el lenguaje articulado, el habla. En su mente se dibujaban otra clase de epítetos más groseros, pero su pudor no permitía que lo verbalizara de ningún modo.
Cada cierto rato, algo los sacaba de su concentrado trabajo. Era Joey que más que trabajar con los animales estaba con los niños, con quienes organizaba cantos, bailes y diversos entretenimientos de los cuales era siempre el centro de atención.
- Realmente este tipo nació para las luces.
Comentó Danny a Donnie, por lo bajo, muerto de la risa, quien no podía creer el desparpajo de Joey transmitiendo por los altoparlantes, promoviendo la actividad y llamando a colaborar a todos los que lo escucharan.
            Hasta cierto punto todo anduvo sobre ruedas, como siempre. Trabajaron arduamente y aunque se sentían cansados, también estaban conformes con la labor realizada durante aquella jornada. Pero más temprano que tarde, los peores temores de Jonathan se confirmaron antes de que pudieran hacer algo para evitarlo. Al principio todo parecía muy inocente. Las mamás de los niños comenzaron a llegar lentamente para acompañar a sus hijos en la atención de sus queridas mascotas. Al menos eso fue lo que dijeron a los niños. Las verdaderas razones iban por otro lado. Querían conocer a la banda más popular del último tiempo. Poco a poco se fueron acercando a ellos y pidiendo uno que otro autógrafo o tomándose alguna foto. Todas aquellas acciones parecían normales e inofensivas y los chicos las encararon con naturalidad. Pero la noticia de que ellos estaban presentes en aquel lugar de la ciudad y en el marco de una campaña de salud pública para animales atrajo prontamente a un gran contingente de muchachas quinceañeras. Llegó un momento en que tuvieron la impresión de que se trataba de un mar de fans que se volcaron a las calles para ver a sus estrellas, o sea, ellos mismos y tuvieron terror de ser asfixiados por tanta niña descontrolada que a esas alturas comenzaban a llegar en grupos que gritaban por ellos y corrían desenfrenadas a su encuentro. Fue tanto el alboroto que se produjo hacia el final de la campaña que todos tuvieron que huir en distintas direcciones tratando de, literalmente, salvar el pellejo. Incluso Diana tuvo que escapar de la muchedumbre asida del brazo por Joey quien siempre se encontró junto a ella vociferando a favor de la campaña.
Ya por la noche cuando todos estaban, literalmente a salvo, varios lo culparon por el  penoso incidente. No obstante el joven no se dejó amilanar por las acusaciones, pues se defendía arguyendo que tenía la mejor de las intenciones y que tal vez el único error que había cometido era el llamar por altoparlante para que las mamás se acercaran a los doctores con sus animales y aprovecharan de conocer al grupo que estaba allí aquella tarde. Le gustaban los animales, pero sobre todo le gustaban los niños. Sentía un profundo amor por la infancia y estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de defender a los niños de la pobreza, la delincuencia o las drogas. Él siempre estaba participando activamente en cuanta campaña que involucrara los derechos de los niños. Por eso cuando Diana les comentó que haría aquella acción de ayuda pública fue el primero en ofrecerse como voluntario.
- ¿Estás seguro? No es fácil estar en las calles. A veces hace frío, a veces la gente no recibe muy bien.
Le dijo Diana extrañada por tanto entusiasmo, pero al mismo tiempo muy feliz de ver que el joven se interesaba tanto por el tema.
- Seguro. Estoy dispuesto a limpiar “popó” si es necesario.
Todos rieron alrededor de la mesa donde saboreaban las delicias preparadas por Diana para agasajar a sus distinguidos invitados. En aquella velada ella les había comentado algo de sus actividades, entre ellas la cercanía de la nueva campaña de salud animal.
- ¿Y no te da susto que lleguen tus admiradoras?
Jordan le espetó, sonriendo burlonamente, luego del inesperado ofrecimiento de Joey.
- Claro que no. Basta que no se enteren los medios. Si ellos no saben, las chicas tampoco lo sabrán. Vamos chicos, será divertido y sería muy interesante verlos haciendo algo por alguien más, que no sea ustedes mismos.
Ese ácido comentario había dejado algo descolocados a los amigos quienes luego de discutir algunos pormenores y cuestiones varias se habían comprometido para ayudar a Diana con toda sinceridad y buenos deseos. Jonathan, por su lado, estaba decidido a colaborar, pero como en todo lo que hacía, la mesura y delicadeza se hacían presentes, habiendo guardado un pulcro silencio con sus intenciones y sus opiniones, las que comentaba a solas con ella y el firmamento como testigo y, ciertamente, ya lo había hecho.
            Cuando las descalabradas adolescentes habían aparecido por las esquinas, al principio mermadamente, los muchachos comenzaron a alertarse y disimuladamente se fueron retirando, pero de un momento a otro el mar de féminas descontroladas se hizo presente avasalladoramente y la huida se hizo patente, descontrolada y totalmente desarticulada.
            Jonathan por su parte huyó tratando de salvar los suministros médicos y a Jorge Rivas quien se encontraba operando de un tumor aparentemente benigno de un pequeño perrito apoyado por una asistente. Se llevó el vehículo del hospital veterinario donde lo estaban atendiendo y se dirigió a la clínica donde el perrito quedó internado. Tras lo cual tuvo que devolverse para recoger a los trabajadores del centro médico que habían quedado abandonados. Jordan y Donnie, por su parte, habían corrido desapareciendo por los recovecos de una ciudad que ya no acostumbraban recorrer, hasta que exhaustos y algo perdidos tuvieron que tomar un taxi que los llevara de vuelta a la clínica donde habían dejado sus automóviles. Durante todo ese tiempo no podían dejar de reír. Danny, en cambio, afrontó a la lluvia de fans que se acercaban a pedirle autógrafos. En opinión del resto, él de nada tenía que preocuparse, con esa figura, pura fibra y músculo laboriosamente esculpido a fuerza de un constante trabajo, cualquiera que se le acercara difícilmente le causaría algún daño, y todos reían con aquellos comentarios que no tenían otro fin que provocar la hilaridad de los amigos, aunque ciertamente no dejaban de tener algo de razón.
Diana, desconcertada no dejó de sorprenderse y sentirse confundida cuando se sintió tironeada por Joey, quien la arrastraba por las calles en una loca carrera. En ningún momento ella pensó en huir cuando comenzó a notar la agitación que se levantaba a su alrededor. No conocía el asedio de las fans ya que no estaba involucrada en ese mundo hasta ese momento y nunca había sentido inclinación por ningún grupo musical de ninguna especie. Le costaba mucho comprender la pérdida del autocontrol que una dama debe mantener en toda ocasión… aunque nunca pudo olvidar el incidente que tuvo en el colegio cuando se tramó a golpes con otra muchacha. El mundo de las estrellas, cantantes o actores nunca habían llamado su atención. No estaban entre sus intereses. De hecho, la primera vez que vio a la banda por la televisión no le tomó ninguna importancia, siguió haciendo su trabajo como si nada. Lo recordaba con toda claridad. En ese momento estaba atendiendo un pequeño perrito chihuahua que tenía problemas de diabetes en un domicilio. Al escuchar la canción de su grupo favorito, la adolescente dueña del perro le comentó lo guapos que estaban los chicos. Diana, dando una mirada superficial al televisor se reía de aquellos comentarios y los ponía en duda, ante lo cual, la jovencita, para probarle que tenía razón, justo antes de que la doctora se retirara de la casa corrió a mostrarle una revista donde estaba una foto del quinteto. Diana casi se desmayó ahí mismo.
- Doctora, ¿qué tiene? Está muy pálida. Tranquila, le traigo un vaso con agua.
- Nada, no es nada. Creo que estoy cansada. Nada más.
- ¿Segura?
- Segura. No hay problema… pero, déjame mirar esa revista. Tienes razón después de todo, son bien guapos estos cantantes.
No podía creer que su amigo Jordan y Jonathan, su antiguo novio estuvieran frente a sus ojos. Leyó rápidamente el artículo para convencerse de que eran ellos mismos. Su primera impresión estaba en lo correcto, era ellos, no había la menor duda al respecto. Posteriormente se dedicó a investigar todo lo que pudo respecto del grupo sin prestar mayor importancia al resto de los integrantes. Cuando comprendió que aquello no la llevaría a nada en lo absoluto decidió olvidarse del asunto y dedicarse a lo suyo y nada más que lo suyo, su trabajo.
Cuando pudo comprender lo que pasaba, sentada, con el corazón en la garganta, en un recoveco de una calle cuyo nombre nunca supo y tras haber corrido no sabía cuánto rato ni cuántas cuadras ya no dejaba de reírse conmocionada por tanto alarido y por aquella huida tan repentina de la que fuera víctima y parte. Estaba prácticamente secuestrada por Joey quien, no perdía su cara de contrición, lo que provocaba en Diana una risa cada vez menos controlada. Entre más lo observaba más reía hasta que finalmente él, dándole la razón, rió tanto hasta caer al suelo perdiendo todas sus fuerzas. Cuando creyeron escuchar nuevamente a las enloquecidas chiquillas él se puso rápidamente de pie y tomándola de la mano la obligó a correr aun otro par de cuadras hasta sentirse realmente a salvo. Giraban en una esquina a la derecha, luego a la izquierda. Luego se escondían en grandes puertas que parecían cavadas en las paredes de antiguas casas coloniales.
- Realmente es una vida interesante la que llevas… y muy cansada, muy cansada.
            Bromeó Diana entrecortadamente, absolutamente cansada con apenas fuerzas para pensar lo que decía.
- Es el precio que debo pagar por hacer algo en lo que realmente soy muy feliz.
            Respondió él medio pronunciando cada palabra a punto de desfallecer. Su estado físico era mejor que el de Diana, pero estaba aterrado de que pudiera aparecer otra fans que sus palabras más que de cansancio parecían de susto. En ese momento sintió deseos de nunca volver a ver una seguidora en su vida.
            Ella lo miró sin comprender aquellas palabras pero sonrió sintiendo algo parecido a la lástima por aquel jovencito. Joey sonrió, a su vez, experimentando tras esa sonrisa angelical una calidez que nunca antes había vivenciado, un cariño por Diana que nunca imaginó que sentiría tras haberla conocido y que descubrió tras recordar la primera vez que la vio. Para él nada significaba, pero cuando pudo verla directo a los ojos la intriga de qué significaba ella para Jonathan, llenaría de pensamientos su mente los siguientes días.
- Vamos a la clínica. Creo que estamos cerca. Reconozco esta área… No puede ser que hayamos corrido tanto.
            Observó Diana alrededor y comenzaron a caminar rumbo a la clínica donde llegaron casi oscureciendo y a punto de ponerse a llover. El invierno llegaba y los días estaban cada vez más fríos.
Mucho fue lo que le recriminaron por el incidente pero él nunca se arrepintió, sentía que había hecho lo correcto a pesar de todas las peripecias que tuvieron que pasar.

Sunday, July 01, 2012

NEW KIDS ON THE BLOCK Y SU PERFECTA HUMANIDAD. CAPÍTULO 8


VIII
Volver a mirarse e intentar ver más allá, volver a descubrirse después de la ausencia. El tiempo avanza, nunca se detiene… y, nos transforma.

            Las notas de una alegre canción traspasaban el aire e inundaban el espacio, llenando el vacío del teatro donde el grupo ensayaba sus coreografías una tras otra. Durante aquel largo, casi eterno, ensayo Jonathan se había equivocado como nunca en todos sus años de estrellato. El director de la banda constantemente le había llamado la atención y él ni siquiera se había defendido, realmente al poco tiempo de haber comenzado los ensayos aquella tarde sus compañeros notaron lo extraño y alterado que estaba y optaron por no prestar atención a tanta interrupción. Al confuso Jonathan no le fue posible concentrarse lo suficiente como para hacer un buen papel aquella tarde y lo sabía, la ansiedad le había ganado y le afectaba con una evidencia abrumadora. Sus amigos viéndolo tan atribulado ni siquiera se animaron a increparlo por ninguna razón o a hacerle alguna pregunta que lo incomodara más todavía. Lo conocían suficiente como para saber que nada bueno le había ocurrido y por lo tanto ignoraron estoicamente todos los tropiezos que cada tanto acometía en contra de la armonía musical y de la coreografía.
            Finalmente Jordan había regresado y se integraba tomando la guitarra con premura. Dio breves explicaciones a todos menos a Jonathan quien se esforzaba para obtener alguna respuesta logrando sólo evasivas. “Tranquilo”, era lo único que su hermano le decía para luego agregar en voz baja “Después conversamos”, dando por finalizado el escueto diálogo. Jonathan no daba más de los nervios, sin embargo algo en el semblante de su hermano generó en él cierta tranquilidad e hizo acopio de todas sus fuerzas y de ese modo se entregó a lo que viniera, pudiendo por fin concentrarse en el ensayo, pues lo hecho, hecho estaba, dedicándose a la coreografía rigurosamente, aunque de la manera más plana que pudo, nada de virtuosismos ni despliegues de talento desmedido en la ejecución del baile y, aunque no cometió más errores, todo el tiempo más bien parecía ausente de todo lo que lo rodeaba.
            Cuando el ensayo concluyó el director les dio las últimas sugerencias y luego se despidió de ellos alejándose rápidamente desapareciendo en las sombras del recinto. Jonathan se acercó a su hermano. Necesitaba respuesta y la necesitaba ya. No estaba dispuesto a esperar un solo minuto más.
- Pero dime de una vez por todas, ¿cómo te fue?
A lo que Jordan sólo sonrió volviendo su rostro hacia los asientos del gran anfiteatro donde parecía buscar algo que su hermano no lograba ver. Los otros compañeros, mientras tanto conversaban y reían preparando sus cosas para retirarse aquella tarde. Finalmente, Jordan movió lentamente sus labios y Jonathan tardó aún unos segundos más en comprender lo que aquellas palabras implicaban.
- Pregunta tú mismo, hermanito.
Se alejó de Jonathan para tomar una toalla y secarse el sudor que tanto le molestaba sobre el cuello. El aturdido Jonathan se quedó paralizado observando la nada y la sombra que parecía más intensa a cada segundo. Su corazón se había detenido un segundo y al siguiente se aceleraba a mil por hora.
            Desde las sombras, lentamente, emergió una delicada imagen femenina. Era Diana que se acercaba al escenario con unos ojos enormes que le daban a su rostro una expresión tímida y frágil. No sabía si sonreír o permanecer seria, si hablar o guardar un absoluto silencio. Sólo miraba a Jonathan fijamente sintiendo que en cualquier momento se desmayaría entre tantos sentimientos que se agolpaban en sus sienes. Casi no podía contener el corazón en su pecho por tantas sensaciones que parecían dominar todos sus sentidos.
            En un solo momento Jonathan estuvo a su lado, saltando del escenario hasta estar justo frente a ella, sin saber si abrazarla o besarla o simplemente hablarle. Permanecieron largo rato mirándose el uno al otro sin moverse, casi sin pestañear.
            El resto de los muchachos observaba la escena luego de que Jordan los hiciera guardar silencio. Donnie preguntó para confirmar su primera impresión.
- ¿Es Diana?
Jordan afirmó con la cabeza. Donnie la recordaba, pues la conoció de niña y su impresión había sido tan positiva que la imagen de aquella pequeña niña todavía permanecía en su memoria. Conocía la historia al revés y al derecho y sabía cuánto la quería Jonathan. Estaba sorprendido y feliz con lo que estaba viendo, sabía lo que aquello significaba. Danny escuchó y comprendió de inmediato, también conocía la historia, aunque sólo de oídas. Él también se alegró por lo que estaba observando. Joey era el único que nada entendía, el único que desconocía por completo quién era Diana para Jonathan. Acercándose a Danny quiso saber qué sucedía.
- ¿Quién es ella? ¿Qué pasa, Danny?
- El amor de Jonathan.
Respondió éste en voz baja con una sonrisa atravesada en el rostro, la que desconcertó al muy confundido Joey que preguntó víctima de la intriga.
- ¿Y Darling?
- Ella no, olvídate de Darling. Ella es la verdadera.
Le dijo mientras se cruzaba de brazos y se desplegaba en su rostro otra enorme sonrisa. Su actitud más que lo que veía descolocaron al joven Joey.
- Pero... ella no es tan linda. Darling no tiene comparación, cómo la puede preferir a ella.
Comentó Joey, viendo en Diana a una mujer común y corriente que para él nada significaba.
- ¡Cállate! No seas infantil.
Le dijo pegándole un codazo. Joey quiso reír, pero se aguantó ante tanto silencio que de pronto se había apoderado de cada esquina del lugar.
            Jonathan y Diana continuaban mirándose, hasta que finalmente fue ella quien, abalanzándose sobre él, se acercó para hundirse entre sus brazos, clavando el rostro en el pecho de Jonathan, su Jonathan, el amor de toda su vida. Él respondió con un abrazo casi paternal envolviéndola completamente con su cuerpo, como acurrucándola para cerrar los ojos y sentirse acunado al mismo tiempo en aquel abrazo conmovedor.
            Los compañeros de Jonathan se miraron entre sí y comprendieron que estaban sobrando en aquella escena y decidieron salir para dejarlos a solas. Recogieron rápidamente sus prendas de ropa y demás cosas, apresurándose a descender del escenario.
Cuando pasaron junto a ellos cada uno hizo lo suyo para saludar y desaparecer prestamente. Jordan puso sus manos en el hombro de Jonathan y besó a Diana en la mejilla, ella le correspondió con una caricia en el rostro. Donnie, estrechó la mano a Jonathan y a ella le acarició el hombro, ella lo reconoció de inmediato brindándole una cálida y enorme sonrisa. Danny, algo más tímido levantó sus manos saludando y despidiéndose mientras se alejaba. Ella no pudo menos que sonreír y corresponder al saludo de la misma manera, balanceando la mano tiernamente. Joey por su parte, al pasar junto a ellos sólo abrió mucho sus grandes ojos azules para observarla detenidamente. Aquella mirada, casi transparente hizo sentir algo incómoda a Diana, pero una vez que desapareció ya no le importó y la olvidó por mucho tiempo.
            Ahora estaban solos y simplemente se tomaron de las manos. Se miraron largo rato y sonrieron. Jonathan comenzó a ordenar algunos cabellos que caían sobre el rostro de Diana y lentamente recorrió su rostro con ambas manos, suavemente.
- Cortaste tu cabello.
Ella inclinó la cabeza y besó aquellas manos para luego levantar los hombros y dejarlos caer indicando que así era. Sabía que él adoraba acariciarle el cabello. De niña solía lucir el pelo tan largo, pero con el tiempo se dio cuenta de que era dificultoso, que demandaba demasiado esfuerzo y tiempo, y ahora lo llevaba sólo hasta la mitad de la espalda desflecado, formándosele graciosos rizos hacia las puntas.
- También estás diferente, más fuerte.
Con la mirada recorría los brazos de él y soltándose se animó a tocarlo desde las muñecas hacia los hombros.
- Tu perfume es el mismo.
Sintiéndola cerca no pudo evitar decir aquello reconociéndola con su olfato. Sus sentidos comenzaban a activarse. Quería impregnarse de ese aroma que no creía recordar y se le acercaba rozándola con la punta de la nariz. Luego la deslizaba desde la nariz de Diana hasta sus mejillas y se hundía entre sus cabellos y se acercaba a sus hombros y alrededor del cuello dándole pequeños besos.
- Pero ahora tiene otros ingredientes. Algo de esencia de perro, gato y chimpancé.
Dijo ella y Jonathan rió para luego abrazarla con fuerza y girar con ella pegada a su cuerpo.
            Cuando la bajó ya no resistía su impulso y la besó casi con desesperación. No podía creer que aquello de verdad estuviera sucediendo, hasta que finalmente, luego de bastante rato, logró el sosiego porque comprendió que la vida entera quedaba para vivir junto a ella, para volver a conocerla, a reconocerla, porque el tiempo había pasado y Diana ya no era una niña, era una mujer y a esta mujer Jonathan no conocía y necesitaba conocer. Amaba su esencia, su recuerdo y nuevamente junto a ella tenía esa sensación de profundo sosiego, de una armonía indescriptible, como si ahora formara parte del universo entero y todo recobrara sentido, como si la vida fuera el mejor regalo recibido. Diana por su parte sabía que nada más necesitaba para vivir en paz. Había recuperado la esperanza de tener por fin una verdadera familia. Aquella tarde lo besó como nunca antes lo había besado, lo mismo era la entrega como la posesión, un deseo de fusión sentido tenuemente alguna vez, cuando se despidió de él en el terminal de buses, comprendiendo a su vez que cada momento para amarlo llegaría cuando fuera preciso.
* * *
            Jonathan comprendió todo lo que Diana dijo sobre su verdadera historia de vida y las razones de su desaparición. En realidad él siempre supo que había un misterio enorme respecto a ella, pero en su imaginación había construido mil explicaciones distintas, cada una más descabellada que la anterior y también más tétrica, así es que lo que descubrió aquella tarde le pareció simplemente una especie de irónica burla del destino, algo así como una tonta comedia de equivocaciones que les hizo perder once años de sus vidas, los que trataría de recuperar a como diera lugar. Algún rato más tarde salieron a la calle encontrando a los muchachos afuera, esperándolos mientras conversaban alegremente. La noche ya cubría la ciudad y las luces ya gobernaban el firmamento con sus mil colores.
- Por fin.
Reclamó Jordan haciéndose el enojado pero sonriendo de oreja a oreja.
- ¿Nos estaban esperando?
Preguntó Jonathan, quien estaba seguro de que sus amigos se habían ido hacía mucho. De hecho se aprontaba a ir a casa de Diana y comenzar a recuperar el tiempo perdido.
- ¡Qué perceptivo, hermanito!
Todos rieron. No los dejarían solos por nada. Aquella noche era para celebrar como los amigos que eran.
- Amigos míos…
Comenzó Jonathan.
- Quiero presentarles a Diana, la mujer que amo, que siempre amé y que siempre amaré.
Diana algo tímida sólo sonreía mientras se abrazaba a Jonathan.
- Hola Diana, sigues tan linda como siempre.
Dijo Donnie mientras se acercaba para saludarla y brindarle un cálido abrazo.
- Hola, te recuerdo…
Dijo mientras miraba a Jonathan para confirmar de alguna manera la que ya era su certeza.
- Mi amigo que estudiaba para ser artista.
Donnie se apuntó con ambas manos dando a entender que era el mismo y que era obvio que lo hubiera logrado, para luego reír de buena gana.
- Él es Danny, nuestro hombre fuerte y también cerebro creador de canciones.
El joven se acercó y tras darle la mano la saludó con un gran y fuerte abrazo correspondiente a su enorme fisonomía. Era él único del grupo que se tomaba en serio el ejercicio físico mostrando un cuerpo bastante desarrollado.
- Y él es Joey, el niño maravilla.
Se acercó para darle la mano y brindarle una sonrisa encantadora. A esas alturas los muchachos lo tenían bien informado acerca de quien era aquella muchacha.
- No soy ningún niño, lo que pasa es que ellos son muy viejos.
Dijo mientras miraba a los otros y le daban unos buenos empujones riendo y molestando a Joey quien contaba con 25 años, pero lucía como de adolescente de dieciocho.
- Es un gusto conocerlos.
Dijo Diana mirándolos a todos y cada uno para no dejar a ninguno fuera de su apreciación.
- Los estábamos esperando porque nos gustaría ir al club. Creo que hay bastante para celebrar. Diana regresó a nosotros y tenemos nuevo disco.
Dijo Jordan mientras miraba al resto de sus compañeros y tomaba a Diana para abrazarla cariñosamente.
            Ella no podía hacer nada más que observar a aquellos simpáticos hombres que la recibían tan afectuosamente sin siquiera conocerla.
            Finalmente Jonathan aceptó la invitación, no sin antes preguntar el parecer de Diana, quien recordando que al día siguiente debería trabajar temprano aceptó igualmente señalando que no podría permanecer hasta muy tarde. Ellos estuvieron de acuerdo y cada uno subió en su vehículo para dirigirse al recinto.
            Una vez que llegaron las personas los saludaban efusivamente y ella sólo podía permanecer lo más cerca que pudo de Jonathan, pegada a su cuerpo sin soltarse en ningún momento hasta que llegaron a una mesa especialmente dispuesta para ellos en el local. La música era estridente, casi ensordecedora, apenas podían conversar pero estaban tan contentos que nada de eso le importó a ella, nada acostumbrada a salir muy tarde.
            Ya avanzada la noche, un joven se acercó a la mesa trayendo una orden de bebidas y tragos. En realidad ninguno bebía nada fuerte, se cuidaban bastante en ese aspecto. Donnie se levantó de la mesa acercándose al joven y diciéndole algo para luego retirarse con él, desapareciendo por algunos momentos, tras los cuales se anunció por los micrófonos que el grupo cantaría un tema aquella velada para deleite de todas las admiradoras y seguidores del quinteto. Tras efusivos aplausos los muchachos se subieron al escenario dejando a Diana sola en la mesa.
- Es un placer para nosotros estar aquí esta noche y compartirla con un público tan maravilloso. Gracias, gracias.
Decía Donnie, ante los insistentes aplausos y vítores del público, principalmente femenino.
- La siguiente canción la dedicamos en forma muy especial a una maravillosa mujer. Diana, con cariño, de todos nosotros hacia ti.
El público aplaudió y la música comenzó a sonar.
            Los muchachos cantaron y bailaron suavemente para armonizar sus voces. El apoyo musical lo dio la banda que solían cantar en el club. En un momento Jonathan se acercó a ella y tendiéndole la mano la invitó a bailar. A Diana nada le importó todo el pudor que pudiera afectarla, simplemente se dejó llevar y danzó lentamente abrazada de su amor mientras las voces y la música sonaba alrededor de ellos, hasta que terminó coronada por un tierno beso que fue bien recibido por toda la concurrencia siendo ovacionados con calurosos aplausos.    

NEW KIDS ON THE BLOCK Y SU PERFECTA HUMANIDAD. CAPÍTULO 7


VII
Los lejanos recuerdos se precipitan hacia el presente. Su repaso hace entender quienes somos y hacia donde queremos ir.

            Una brisa fresca dio de golpe en la cara del joven hombre, quien mirando en todas direcciones se acomodó los lentes de sol que le ocultaban prácticamente todo el rostro. Se dispuso a entrar y empujó la mampara de entrada, abriéndose paso lentamente.
            Ya en el interior del recinto recorrió todo el lugar rápidamente con la mirada. En una de las esquinas del salón pudo observar a una mujer vestida con un delantal blanco inclinada sobre un pequeño perro maltés mientras lo acariciaba tiernamente y sonreía con su pequeña dueña, quien le daba un abrazo y se despedía de ella llevándose a la que seguramente era su mascota regalona, luego de haberse recuperado de alguna enfermedad. Norman sonrió con la escena, al mismo tiempo que observaba el rostro de Diana, se veía algo demacrada, aunque tranquila. En pocos y largos pasos se acercó a ella, mientras ésta se ponía de pie y se acercaba a las jaulas donde se encontraban varios animales de distintas especies para inspeccionarlos mientras tomaba nota en un cuadernillo. Ella no lo sintió acercarse hasta que éste comenzó a hablarle de manera casual.
- En realidad se observan bastante bien, aunque yo preferiría que estuvieran libres.
Cuando ella volteó para verlo, él no la estaba mirando, sino viendo detenidamente a los animales y sonriendo maliciosamente.
- Debí sospechar que aparecerías más pronto de lo que supuse en un inicio.
Dijo ella mientras se cruzaba de brazos y sonreía moviendo la cabeza de un lado a otro, pues no se convencía de lo pronto que Jordan había venido a verla.
            En cuanto Jonathan había desaparecido de la clínica, ella inmediatamente supo que eso traería nuevamente a su amigo Jordan a su vida. Pero nunca imaginó que apenas veinte horas después del incidente él estaría ahí frente a ella haciéndose el gracioso.
            ¡Cuánto había cambiado Jordan! Estaba todavía más alto de lo que recordaba. ¿Cuánto estaría midiendo?, fácilmente el metro ochenta. Recordó que Jonathan era igual de alto que Jordan, pero no quiso hacer caso de esta breve referencia a su antiguo novio. Al principio le costó, pero luego sonrió ampliamente para extenderle los brazos a su amigo y abrazarlo largamente. Jordan giró con ella en sus brazos, mientras reía sin disimulo, tanto que muchos voltearon sus rostros para verlos. Cuando Diana se dio cuenta de lo observados que estaban siendo, tomó a su recuperado amigo y tomándolo de una mano lo condujo hasta su oficina.
- ¿Ésta es tu oficina?
Preguntó Jordan mirando alrededor sorprendido de lo bien que, según su apreciación, le había ido a Diana.
- Sí, es un lugar sencillo, pero me agrada.
Dijo ella sinceramente.
- Te ha ido bien. Y estás muy linda, te cortaste el cabello.
- Siempre tan lisonjero. Se puede decir que sí, me ha ido bien. Toma asiento, Jordan.
Le dijo Diana mientras se instalaba detrás de su escritorio y oprimía un botón del teléfono.
- ¿Vas a atenderme en tu escritorio?
Preguntó él esperando que no fuera así.
- Claro que no, siéntate en el sillón. Sólo déjame recoger unos papeles.
En ese momento ingresó en la oficina un joven.
- ¿Necesita algo doctora Franzani?
- Así es. Mira, aquí están los documentos para el zoológico. Termina el trámite, por favor. Sólo faltan los timbres. Luego los llevas personalmente a la oficina de del encargado del zoológico central. A nadie le encargaría esto, lo sabes bien, Jorge.
- Lo sé, doctora.
Dijo el joven mientras sonreía honrado por la confianza de Diana.
- ¡Ah!, y dile a Josefa que me traiga un café bien cargado, por favor. Jordan, ¿deseas algo?
- Eh, un jugo natural, ¿puede ser?
Dijo Jordan quien observaba la conversación de Diana con su asistente.
- Obvio. Y un jugo natural de… durazno.
- ¡Durazno!
Repitió Jordan al mismo tiempo que Diana. Ambos rieron.
- Lo recuerdas.
- Por supuesto, como olvidarlo.
Jorge, el asistente de Diana, un joven estudiante de medicina veterinaria, se aprontó a abandonar el despacho.
- Muy bien, doctora.
- Jorge, lo más importante. No estoy para nadie. Para nadie.
Repitió enfáticamente la última frase.
- Entiendo, doctora.
Dijo el joven mientras miraba a Jordan, sin querer parecer impertinente, pero no resistiendo su curiosidad, mientras reconocía al joven cantante, Jordan Knight, para luego retirarse en silencio.
            Diana sabía que Jorge era un muchacho muy reservado y confiaba plenamente en él, así es que se quedó muy tranquila esperando que sus órdenes fueran bien ejecutadas. Se acercó a Jordan y se sentó junto a él para iniciar su charla, que sería mucho más larga de lo que ella supusiera, pues lo que iba a descubrir cambiaría su perspectiva de las cosas de manera radical.
- Pero cuéntame, ¿cómo has estado todo este tiempo?
- Bien, he estado bien, mejor de lo que imaginé alguna vez, imagínate, con esto de la fama y todo eso.
Dijo Jordan mientras sonreía y levantaba los hombros.
- Ya lo creo, es increíble que te hayas vuelto cantante. Aunque si recuerdo bien, siempre te gustó ser el centro del espectáculo, además tenías algo de talento musical.
Dijo ella a modo de broma tratando de sonreír, pero su mirada se perdía en el pasado.
- El que no ha estado nada de bien, es Jonathan.
Esta frase regresó a Diana bruscamente hacia el presente.
- Eso no, no quiero hablar de él, por favor, si viniste a eso, puedes irte de inmediato.
            Dijo ella poniéndose de pie y alejándose de Jordan para regresar detrás de la seguridad de su escritorio.
            Jordan comprendió que la tarea que había adquirido no resultaría tan fácil como lo había imaginado, así es que decidió retroceder un momento para ser más cauto. Podía leer mucho dolor en los angustiados ojos de su amiga. Ojos que revelaban claramente el llanto nocturno.
- De acuerdo, de acuerdo. Disculpa. He venido a verte, quería saber de ti. Cuando Jonathan me dijo que te había visto, disculpa, pero fue lo que sucedió…
Dijo mientras se ponía de pie y tomaba a su amiga de la mano para conducirla de nuevo hacia el sillón junto a él.
            En ese momento, se oyó unos golpes en la puerta abriéndose. El café y el jugo hacían su entrada en un momento muy complicado para Jordan. Ambos agradecieron y Josefa se retiró. Jordan inició de nuevo la charla.
- Te ves muy cansada. ¿Estás bien?
Preguntó casualmente.
- Pasé muy mala noche, eso es todo.
Jordan sonrió porque Diana sin quererlo le confirmaba sus sospechas, había llorado mucho la noche anterior. Para él, ella no sabía mentir.
            Al menos ahora sabía que algo importante en ella no había cambiado. Continuaba siendo una muchacha ingenua, todo en ella lo revelaba, su expresión y la candidez de una ridícula frase articulada como un sencillo escape.
- Finalmente lograste lo que querías. Eres médico veterinario.
Logró una sonrisa.
- Siempre logré lo que quise, Jordan.
Dijo ella, más que alegre, apesadumbrada.
- Pero dime. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Te buscamos tanto.
Ante esta pregunta Diana se extrañó.
- ¿Cómo que me buscaron? Yo pensé…
Diana cerró sus ojos tratando de buscar rápidamente una explicación a una frase tan extraña.
            Ella siempre pensó que los que habían desaparecido, habían sido ellos. Los buscó luego de volver al pueblo, pero no los encontró. Incluso llamó por teléfono, cosa que detestaba. Diana en aquel tiempo consideraba todo tipo de teléfono una amarra y ella no soportaba ninguna clase de amarra. Quería huir de su familia, por eso había decidido no usar teléfonos de ninguna especie y simplemente no lo hizo. Pero cuando llegó de regreso al pueblo y encontró la casa de los Knight ocupada por otra familia. Utilizó el teléfono para llamar a la única persona que sabía podría darle alguna información, Perla. Sin embargo, nunca consiguió hablar con ella, nunca estaba en su casa y los padres de la joven no supieron contestar a las extrañas preguntas que Diana les hacía. Finalmente se dio por vencida y desapareció para siempre de aquella ciudad, pensando que ellos, la familia Knight, se habían marchado lejos. Además estaba el detalle de la carta. La carta que tan temerosamente había escrito. Como podría esa carta haber motivado la desaparición de los Knight, era algo que ella nunca logró entender, pero que era la única respuesta posible a tan inesperado suceso. Se convenció de que era lo único que podría haber sucedido. La verdad, su verdad, revelada tan sinceramente, no era aceptada por Jonathan ni su familia y nunca le perdonarían tanta mentira y tanto engaño. A  Jordan no lo culpó pues era apenas un niño y según su juicio no había participado de tan drástica decisión.
- Claro que te buscamos. Mi madre se quedó tan preocupada por ti.
- Tu madre estaba preocupada, tan linda… ¿Cómo está? ¿Está bien? ¿Dónde está?
- Ella está bien. Se casó de nuevo y se fue a vivir con su marido a la playa.
- Me alegro, es una buena mujer… Pero… y… ¿La carta? ¿Supiste de ella?
Dijo Diana de golpe, estaba muy desconcertada por las palabras de Jordan.
- La carta… ¿la carta?... ¡la carta! ¡Ya recuerdo!
Dijo Jordan mientras trataba de recordar qué carta era aquélla. De pronto se hizo la luz en su mente. Decir lo que le iba a revelar a Diana era lo que había venido a decir. No podría habérsele presentado la oportunidad de mejor manera.
- Diana, esa carta nunca fue leída por Jonathan.
Aquellas palabras perturbaron mucho más a la confundida Diana.
- No la leyó. ¿Cómo que no la leyó? Yo la dejé en la guantera. Se lo dije.
Balbuceó como vomitando aquellas palabras.
- Lo sé.
- Explícate por favor.
Exigió Diana.
- Diana… el día que te fuiste prometiendo volver pronto, Jonathan tuvo un accidente. Fue algo terrible. El auto se quemó y con él tu carta.
- ¡¿Qué?!
Aquellas palabras golpearon los alterados sentidos de Diana, quien la noche anterior había llorado amargamente a causa del encuentro que había tenido la tarde anterior con Jonathan y nuevamente las lágrimas aparecían en su rostro.
- Ahora está bien, ayer lo viste. No hay secuelas del accidente. Pero créeme, estuvo muy mal…
            De vuelta en el automóvil luego de despedirse de Diana, Jonathan había buscado en la guantera la carta. Sabía, que aquella carta era importante porque finalmente, luego de mucho meditar al respecto, logró comprender que su pequeña Diana tenía algo muy importante que revelarle. La tomó entre sus manos y con sus dedos trémulos se dispuso a abrirla, pero el encargado del estacionamiento del terminal de buses lo apuró para que se retirara, entonces Jonathan sintió el aroma de Diana impregnado en la carta, la besó y la abrazó, como si la abrazara a ella y dejó la carta en el asiento del copiloto para leerla tranquilamente cuando estuviera de regreso en  casa. Pero algo terrible sucedió en ese trayecto. Un accidente tan imprevisto como desgraciado. Un automóvil se salió de su pista golpeando el vehículo que Jonathan conducía, provocando que éste perdiera el control, se saliera de la pista, rodara por un precipicio, para expulsar al joven en una de estas vueltas y salvarlo de la muerte. Casi inconsciente pudo ver como el automóvil estallaba en llamas para luego perder el conocimiento por mucho tiempo.
            Cuando su padre, el señor Richard Knight, supo lo ocurrido se hizo presente en el acto y como su hijo continuara en coma se decidió a trasladarlo al hospital de la capital, donde luego de mucho tiempo Jonathan logró salir del coma. La primera palabra que logró articular cuando recuperó la conciencia fue “Diana”. Pero su recuperación estaba lejos de ser alcanzada. Hubo que recurrir a un largo tratamiento para que el joven lograra recobrar todas sus funciones corporales. Junto con su traslado toda su familia se mudó junto a él, abandonando todo en aquel pequeño pueblo donde habían iniciado, hacía varios años, una nueva vida, alejados del padre y del resto de su familia. Y ahora, en la tragedia, la familia se reunía nuevamente, no para reconstruir lo perdido, pero sí para sanar todas las heridas que la separación había causado, todo para lograr que Jonathan saliera adelante.
            Diana se encontraba reclinada sobre el regazo de Jordan y lloraba silenciosamente. Todos aquellos equivocados años había estado pensando y culpándose a sí misma por haber perdido a las únicas personas que realmente la habían querido, por sus tontas mentiras. Su amigo la abrazaba y acariciaba tratando de darle su consuelo.
- Ahora ya sabes lo que sucedió. ¿Crees que puedas volver junto a él? Jonathan nunca ha dejado de quererte.
Diana se levantó y lo miró con los ojos llorosos.
- Pero él tiene una novia. Lo vi ayer.
Dijo ella poniéndose de pie para iniciar un largo paseo alrededor de la oficina.
- Ya no. Anoche dio por finalizada esa relación. Aun creyendo que tú nada querías saber de él.
Diana guardó silencio y Jordan la observaba esperando alguna respuesta.
- No puedo.
Dijo finalmente deteniéndose en seco.
- ¿Acaso ya no lo quieres?… ¿Sales con alguien?... ¿Existe otro hombre? ¿Te casaste, por eso te llaman Franzani?...
            Jordan no sabía qué más preguntar.
- Nada de eso.
- Entonces explícame ¿por qué ahora eres Franzani y no Elster?
- No estoy casada. Pero no puedo...
- ¿Cómo que no puedes? Él te ama, tú lo amas, puedo leerlo en tus ojos.
- Creo que debes irte.
Dijo Diana tratando de regresar tras la seguridad de su escritorio, una vez más.
- ¡Claro que no! No me iré mientras no te expliques.
Le dijo sosteniéndola de un brazo firmemente sin llegar a lastimarla.
- Déjame, Jordan.
Dijo ella soltando un desgarrador llanto y él la abrazó fuertemente.
            Ella se dejó caer sobre el inmenso cariño de su amigo y una vez más se sintió querida por ser ella misma, una muchacha sencilla, sin grandes aspiraciones más que una vida tranquila y sosegada. Algo que había encontrado a sus doce años y que había perdido de una manera tan extraña. Incluso se había llegado a preguntar si aquello no había sido una treta de su familia.
- ¿Qué pasa, Diana? ¿Qué tienes? Dime por favor.
El llanto estremecedor de Diana hizo que Jordan se compadeciera tanto de ella como si ella fuera el ser más desvalido que él jamás hubiera visto.
            Poco a poco las palabras comenzaron a tener sentido para Jordan y una vez cesado el llanto, Jordan supo todo lo que Diana siempre había temido contar. La expresión “pobre niña rica” era la que mejor describía lo que había sucedido con Diana toda su vida. Sus padres, dos excéntricos y egocéntricos millonarios habían dado a luz a la pequeña niña siendo aún muy jóvenes y muy irresponsables. Ella fue criada por niñeras desde recién nacida. Su madre ni siquiera la había amamantado por no perder la belleza de su juvenil busto. Para luego, literalmente abandonar a su hija al cuidado de extraños bien pagados, mientras ellos, tan absortos el uno del otro, se dedicaban a viajar por el mundo en busca de nuevas emociones y practicar todo tipo de deportes aventura, en uno de los cuales perdieron trágicamente la vida cuando Diana tenía solamente cuatro años, dejándola a cargo de una tía ambiciosa y poco afectuosa que se desvivía por consentirla en todo, lo mismo que hacía con su propia hija, una chiquilla mal criada dos años mayor que Diana. De todos modos Diana desarrolló como modo de defensa, una forma particular de ser, pues sabía que estas muestras de afecto eran del todo hipócritas y falsas. Diana se mostraba dura y fría para, a pesar de su tía lambiscona y de su prima envidiosa, lograr hacer todo lo que deseaba. Fue así como recibió todas las clases que se le ocurrieron: música, danza, equitación, artes marciales, buceo… y todo lo que se le ocurriera con el único fin de permanecer la mayor cantidad de tiempo lejos de aquellos familiares que nunca la entenderían y que siempre se demostraban tan atentas con ella, pero que Diana sabía todo lo que la detestaban, porque las había escuchado en más de una oportunidad hablar con tal virulencia a sus espaldas que se imaginó a sí misma como un triste pollo siendo preparado para la cena por las dos brujas en el tenebroso bosque.
            Así fue su vida hasta que, al cumplir once años, descubrió una cláusula especial en el testamento de sus padres que estipulaba que si ella demostraba ser una persona organizada e independiente lograría independencia de sus familiares eligiendo para la administración de sus finanzas a una persona de su confianza. De este modo se entrevistó con muchos abogados a quienes trató de conocer para tomar la mejor decisión, hasta que por fin encontró a un señor de avanzada edad que le inspiraba gran confianza y se decidió por él, quien la asesoró en todo. Lo primero que tuvo que hacer fue demostrar total independencia. De este modo llegó al pueblo donde conoció a la familia Knight, camuflada como una muchacha humilde que vivía en una pensión. Trabajó muy duro y logró obtener una beca para asistir a una universidad a un curso de verano. Aquel hecho era suficiente para demostrar su independencia y total dominio de sus actos, lo mismo que su madurez. De esa manera logró deshacerse de su tía y el fideicomiso de su fortuna pasó a sus manos y la administración del anciano abogado, quien fue su principal apoyo para lograr la independencia total cuando cumplió la mayoría de edad. Después de todo, sus padres sí la habían amado y habían pensado en ella tanto como en ellos mismos, demostrándole más allá de la muerte que confiaban en ella, pero eso lo comprendió pasados muchos años, cuando pudo considerarse una mujer madura. Momento en que le costaba entender cómo fue que siendo tan niña demostrara tal coraje para conseguir sus propósitos de independencia y libertad.
            Jordan junto a su hermano habían recurrido al colegio para averiguar dónde había sido becada Diana, pero no habían antecedentes a su disposición. Todo había sido borrado misteriosamente. Ciertamente el director recordaba la universidad y los chicos fueron a buscarla, pero no obtuvieron ninguna información, porque Diana nunca se matriculó en ella. Eso sucedió porque Diana nunca fue Diana Elster sino Diana Franzani, la hija única de unos acaudalados inmigrantes italianos. Además, sus estudios fueron realizados fuera del país. Esa fue su decisión. Alejarse lo más posible de todo lo que le recordara a su pasado. Hasta ese minuto ella siempre estaba huyendo de su pasado. Y continuaría haciéndolo por muchos años más.