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Tuesday, June 13, 2006

El poder de una ilusión. . .


Si tu me miras, yo me vuelvo hermosa,como la hierba a que bajó el rocío.(“Vergüenza” de Gabriela Mistral)
Dicen que se debe tener cuidado con lo que se desea, porque el deseo se puede cumplir, mas yo insisto en que si un deseo es verdadero no puede traer ninguna consecuencia negativa para quien lo tiene. Esto fue lo que sucedió a una muchacha tan normal como cualquiera otra, a excepción de tener albergada en su alma una poderosa ilusión. Tan poderosa era esta ilusión que muchas veces parecía dominarla, le quitaba el sueño o, la alejaba del mundo material y cotidiano, para conducirla hacia un camino etéreo cubierto de pétalos de rosas, donde al final del sendero podía vislumbrar una silueta que caminaba a su encuentro para abrazarla, tan delicada y al mismo tiempo tan fuertemente que le hacía perder la consciencia de este mundo de ensueño, al mismo tiempo que casi le hacía perder la consciencia del mundo físico. Más de una vergüenza y uno que otro accidente doloroso le ocurrió cuando esto le acontecía, además de que le pasaba en las oportunidades más inverosímiles, mientras tomaba helado (el helado se derretía), o cuando estaba en clases y era interrogada por un profesor, o cuando se subía al subterráneo (perdía el equilibrio y...). Sin embargo, todos estos contratiempos no impedían que esta imagen bucólica retornara una y otra vez a su mente ensimismándola en un paraíso de alegría y emoción. Pero quién era esta persona que caminaba hacia ella y la abrazaba. Ella, se deleitaba en la idea de que era el hombre de su vida, ese hombre que se espera y se anhela desde la infancia fémina, pero era extraño, porque ella nunca se construyó ideas al respecto, jamás pensó en que tiene que ser así o asá, de esta manera o de la otra, no, nunca imaginó cómo debería ser su futuro amor, su esposo, el padre de sus hijos. Pero pensar en que esta silueta misteriosa era ese gran amor que se le revelaba antes de conocerlo, puesto que estaba segura de que no lo conocía, la hacía sentir especial, la protagonista de un extraño fenómeno místico. Lo que ella veía, era en realidad una manifestación visual, dentro de su mente, de un profundo deseo, siendo éste, mucho más simple y nada fuera de lo normal, a pesar de lo que ella creía, mas su intensidad, su fuerza, provocaban que germinara de este modo y, eso era lo que de particular había en esta historia.Sucedió que un día, cuando una amiga la invitó a su casa para ver una película, le ocurrió algo que nunca imaginara, ni en la más fertilísima de sus imaginaciones. Ante sus ojos, plasmado en la pantalla del televisor, su sueño tomaba consistencia en la imagen de un niño, cuyos ojos grandes y profundos, de un azul de cielo en una aurora primaveral, provocáronle tal impacto, que la hicieron desvanecerse en el sillón donde se encontraba sentada hasta ir a dar al piso. Cuando pudo, por fin, recuperar el conocimiento, lo primero de divisó luego de la bruma de la inconsciencia, fue el rostro preocupado de su amiga y detrás, congelado en la pantalla del televisor, la impúber imagen de este niño actor, cuyo nombre no olvidaría por el resto de sus días, “Elijah Wood”. Pero cómo explicarle a su amiga el motivo de su desmayo, no supo cómo y prefirió callar. Su amiga no insistió mayormente, asumiendo que debía darle de comer, porque seguramente se trataba sólo de hambre. Desde ese memorable día se dedicó a ver todas y cada una de las películas que ese niño filmara, descubriendo que ya no era un niño sino un joven. Y cada día que transcurría la hacía sentir que lo amaba, sentimiento que conservaba en el más pulcro de los silencios. Cómo confesar que amaba a un famoso actor, al que lógicamente jamás conocería, quién podría comprenderlo. Por otra parte, sentía que sus sentimientos eran tan puros, de una profundidad tan abismante que solía asustarse ante la desolación que le causaba la tristeza del poco futuro que le veía a todo ese amor que experimentaba. Sólo había algo que la mantenía firme en una felicidad metafísica. La imagen de Elijah caminando a su encuentro a través del camino cubierto de pétalos de rosas rojas, cuyo perfume exquisito la deleitaba en una calidez renovante. Sin duda estaba enamorada de un imposible. Amaba, de la manera más platónica que se pueda imaginar, a Elijah Wood.A pesar de saber que nunca se realizaría su amor, nunca se deprimió ni se dejó abatir por la tristeza. Ingresó a la universidad, comenzando a vivir independientemente. Durante sus primeras vacaciones, luego de su primer y agotador semestre, tuvo la oportunidad de irse a la playa. Ciertamente necesitaba descansar y el lugar al que se dirigió, era una playa muy solitaria y extremadamente tranquila. Pasó varios días de maravilloso sosiego. Cada mañana y cada tarde salía a caminar por la orilla del mar y luego se sentaba a contemplar la infinitud del océano, especialmente la línea de encuentro entre el cielo y el mar. La magnificencia de ese azul la inducía a pensar en los ojos de su amado, de cuyo brillo su alma estaba enamorada.En estas cavilaciones dejaba escapar uno que otro suspiro, cuando algo la trajo de nuevo sobre la arena... Arena, arena, que le caía sobre su cabeza bruscamente. Se volvió indignada. Quiso gritar una que otra palabra poco grata. Pero cuando se volvió, todo sonido murió en sus labios. ¡Lo siento! ¡Discúlpame! Le dijo un jovenzuelo que iba corriendo por la playa, el mismo que había sido el causante de su desconcierto. Corría rápidamente, llevaba una sudadera con una capucha que le cubría casi por completo la cabeza y unas gafas oscuras, a pesar de que ya había bajado el sol y comenzaba a anochecer. Ella no supo cómo reaccionar. Había algo lindo en ese muchacho, algo conocido. Algo que le produjo una extraña sensación de bienestar, una dicha que nunca había experimentado.El siguiente día, se levantó temprano, como era su costumbre y salió a caminar. Nuevamente inició su viaje hacia la mágica dimensión de su sueño. Pero un ¡Hola! la aterrizó de nuevo frente al mar. Otra vez ese chico. Pero qué imprudente. Cómo se le ocurre asustar así a la gente. Sin embargo, no estaba realmente enojada. Llevaba dibujada en su cara una bella sonrisa y así, decidió irse a su cabaña a preparar almuerzo, con una extraña idea en la mente.Por la tarde y, como lo había decidido en la mañana, se puso zapatillas y buzo, para salir a correr. Corrió mucho, impulsada por una extraña fuerza que no comprendía. Pero era inútil, el joven no aparecía por ninguna parte. Desconsolada, siguió y siguió corriendo. Ya estaba casi oscuro y de pronto un fuerte dolor la detuvo en seco. Un calambre la precipitaba hacia el suelo y antes de que pudiera lamentarse por su locura, unas cálidas manos vinieron a su encuentro. Tranquila, tranquila, le decía el joven que aparecía en el mejor momento. Ella, subyugada por el dolor que padecía, no lo veía, pero sabía que era él. Cuando por fin el dolor se mitigó. El muchacho se sentó a su lado, haciéndole una extraña confesión y una pregunta: - Hace varios días que te observo y nunca te vi correr. Obviamente no estás acostumbrada. ¿Qué ha haces tan sola en esta playa? - Descansando y tratando de ordenar mi vida.¿Por qué le había dicho eso? No lo conocía. No sabía quién era y sin embargo le inspiraba una extraordinaria confianza. De tal modo que se quedaron varias horas allí, sobre la arena, envueltos por el viento y el sonido del mar. Hablando, meditando, contándose sus vidas y algunos de sus secretos.¿Qué era esta maravillosa sensación que la envolvía? Estaba mucho más feliz que en toda su vida. Nunca había sentido tal afinidad con alguien hasta ese momento. Se ahogaba feliz en una sensación que no conocía. El joven estaba ahí a su lado y ella deseaba tomarle la mano, regalarle un abrazo, sentir el roce de sus labios, amarlo hasta morir...Cuando, avanzada la noche, la acompañó hasta su cabaña, se detuvo justo antes de llegar a la iluminación. ¿Qué haces ahí? Ven acá, le dijo ella. Él no dijo nada. Guardó un hondo silencio. Ella apenas podía verlo y sin saber cómo se le acercó. Nunca me olvides, le dijo él. Y antes de que ella pudiera hacer o decir algo, él la tomó entre sus brazos y la besó. Primero delicada y suavemente, hasta casi perder la cordura y la consciencia. Luego le dijo adiós y se fue corriendo a toda velocidad.Ella se quedó sin palabras, sin movimiento y casi sin pensamientos. Todo lo que pudo hacer fue entrar a la cabaña, beber un vaso de agua y acostarse a dormir.Esa noche fue la última vez que lo vio. Pero no lo vio. Lo sintió, lo escuchó, lo abrazó y lo besó, pero no lo vio. ¿Fue real o lo había soñado? No podía estar segura. Sólo el recuerdo de la dulzura de sus besos le confirmaban que sí, que había sido absolutamente real. Ya de vuelta en la ciudad y otra vez en clases, los días comenzaron a sucederse a una velocidad impresionante. El año terminó. Y ella, presa de una terrible sensación de vacío sólo encontraba consuelo en los azules ojos de Elijah Wood, su primer amor, aquel que nunca había tenido y que al mismo tiempo era sólo suyo. Pero cómo podría reponerse de la perdida de su amado real, aquel a quien no había visto. Decidió por fin recorrer la playa donde lo había conocido y donde lo había perdido. Necesitaba respuestas y pronto. Si no, se volvería loca o moriría. Estuvo varios días recorriendo la playa. Ya no podía más. Cada vez que respiraba se asfixiaba de dolor. No había salida. Todo había terminado para ella... Por primera vez, allí sobre la arena, con el mar de testigo, lloró. Lloró largamente, sin encontrar consuelo, hasta que sin saber cómo, agotada, se quedó dormida. Cuando por fin despertó, se incorporó para mirar el sol que comenzaba a hundirse tras el firmamento. Pero algo se interpuso entre su luz y ella. Una silueta que crecía ante sus enceguecidos ojos. En ese momento se dio cuenta de que estaba casi congelada y temblaba sin control. La figura que se acercaba hacia ella decididamente y cuando por fin pudo verlo, tuvo la impresión de que era una de las fotos de Elijah Wood que se movía como cobrando vida propia. Él la abrazó y la miró a los ojos. Soy yo, no me recuerdas. Vine a buscarte. Quiero que estés conmigo... para siempre. Ella se desvaneció en la seguridad de los brazos de Elijah Wood. A veces la vida es muy extraña. Nos suceden cosas que no podemos entender, no podemos saber si estamos siendo parte de un sueño o de un juego del destino. Ella, una chica normal, que se enamora de un actor famoso. Sabe que su sueño es imposible. Sin embargo, la vida se encarga de demostrarle que no existe nada imposible, trayendo esa ilusión a su encuentro, presentándoselo sin su imagen ni las luces ni los engaños de la farándula, quizás como una prueba, para saber si su amor es verdadero amor o sólo la fascinación por las luces de la fama.