Pages

Sunday, July 01, 2012

NEW KIDS ON THE BLOCK Y SU PERFECTA HUMANIDAD. CAPÍTULO 7


VII
Los lejanos recuerdos se precipitan hacia el presente. Su repaso hace entender quienes somos y hacia donde queremos ir.

            Una brisa fresca dio de golpe en la cara del joven hombre, quien mirando en todas direcciones se acomodó los lentes de sol que le ocultaban prácticamente todo el rostro. Se dispuso a entrar y empujó la mampara de entrada, abriéndose paso lentamente.
            Ya en el interior del recinto recorrió todo el lugar rápidamente con la mirada. En una de las esquinas del salón pudo observar a una mujer vestida con un delantal blanco inclinada sobre un pequeño perro maltés mientras lo acariciaba tiernamente y sonreía con su pequeña dueña, quien le daba un abrazo y se despedía de ella llevándose a la que seguramente era su mascota regalona, luego de haberse recuperado de alguna enfermedad. Norman sonrió con la escena, al mismo tiempo que observaba el rostro de Diana, se veía algo demacrada, aunque tranquila. En pocos y largos pasos se acercó a ella, mientras ésta se ponía de pie y se acercaba a las jaulas donde se encontraban varios animales de distintas especies para inspeccionarlos mientras tomaba nota en un cuadernillo. Ella no lo sintió acercarse hasta que éste comenzó a hablarle de manera casual.
- En realidad se observan bastante bien, aunque yo preferiría que estuvieran libres.
Cuando ella volteó para verlo, él no la estaba mirando, sino viendo detenidamente a los animales y sonriendo maliciosamente.
- Debí sospechar que aparecerías más pronto de lo que supuse en un inicio.
Dijo ella mientras se cruzaba de brazos y sonreía moviendo la cabeza de un lado a otro, pues no se convencía de lo pronto que Jordan había venido a verla.
            En cuanto Jonathan había desaparecido de la clínica, ella inmediatamente supo que eso traería nuevamente a su amigo Jordan a su vida. Pero nunca imaginó que apenas veinte horas después del incidente él estaría ahí frente a ella haciéndose el gracioso.
            ¡Cuánto había cambiado Jordan! Estaba todavía más alto de lo que recordaba. ¿Cuánto estaría midiendo?, fácilmente el metro ochenta. Recordó que Jonathan era igual de alto que Jordan, pero no quiso hacer caso de esta breve referencia a su antiguo novio. Al principio le costó, pero luego sonrió ampliamente para extenderle los brazos a su amigo y abrazarlo largamente. Jordan giró con ella en sus brazos, mientras reía sin disimulo, tanto que muchos voltearon sus rostros para verlos. Cuando Diana se dio cuenta de lo observados que estaban siendo, tomó a su recuperado amigo y tomándolo de una mano lo condujo hasta su oficina.
- ¿Ésta es tu oficina?
Preguntó Jordan mirando alrededor sorprendido de lo bien que, según su apreciación, le había ido a Diana.
- Sí, es un lugar sencillo, pero me agrada.
Dijo ella sinceramente.
- Te ha ido bien. Y estás muy linda, te cortaste el cabello.
- Siempre tan lisonjero. Se puede decir que sí, me ha ido bien. Toma asiento, Jordan.
Le dijo Diana mientras se instalaba detrás de su escritorio y oprimía un botón del teléfono.
- ¿Vas a atenderme en tu escritorio?
Preguntó él esperando que no fuera así.
- Claro que no, siéntate en el sillón. Sólo déjame recoger unos papeles.
En ese momento ingresó en la oficina un joven.
- ¿Necesita algo doctora Franzani?
- Así es. Mira, aquí están los documentos para el zoológico. Termina el trámite, por favor. Sólo faltan los timbres. Luego los llevas personalmente a la oficina de del encargado del zoológico central. A nadie le encargaría esto, lo sabes bien, Jorge.
- Lo sé, doctora.
Dijo el joven mientras sonreía honrado por la confianza de Diana.
- ¡Ah!, y dile a Josefa que me traiga un café bien cargado, por favor. Jordan, ¿deseas algo?
- Eh, un jugo natural, ¿puede ser?
Dijo Jordan quien observaba la conversación de Diana con su asistente.
- Obvio. Y un jugo natural de… durazno.
- ¡Durazno!
Repitió Jordan al mismo tiempo que Diana. Ambos rieron.
- Lo recuerdas.
- Por supuesto, como olvidarlo.
Jorge, el asistente de Diana, un joven estudiante de medicina veterinaria, se aprontó a abandonar el despacho.
- Muy bien, doctora.
- Jorge, lo más importante. No estoy para nadie. Para nadie.
Repitió enfáticamente la última frase.
- Entiendo, doctora.
Dijo el joven mientras miraba a Jordan, sin querer parecer impertinente, pero no resistiendo su curiosidad, mientras reconocía al joven cantante, Jordan Knight, para luego retirarse en silencio.
            Diana sabía que Jorge era un muchacho muy reservado y confiaba plenamente en él, así es que se quedó muy tranquila esperando que sus órdenes fueran bien ejecutadas. Se acercó a Jordan y se sentó junto a él para iniciar su charla, que sería mucho más larga de lo que ella supusiera, pues lo que iba a descubrir cambiaría su perspectiva de las cosas de manera radical.
- Pero cuéntame, ¿cómo has estado todo este tiempo?
- Bien, he estado bien, mejor de lo que imaginé alguna vez, imagínate, con esto de la fama y todo eso.
Dijo Jordan mientras sonreía y levantaba los hombros.
- Ya lo creo, es increíble que te hayas vuelto cantante. Aunque si recuerdo bien, siempre te gustó ser el centro del espectáculo, además tenías algo de talento musical.
Dijo ella a modo de broma tratando de sonreír, pero su mirada se perdía en el pasado.
- El que no ha estado nada de bien, es Jonathan.
Esta frase regresó a Diana bruscamente hacia el presente.
- Eso no, no quiero hablar de él, por favor, si viniste a eso, puedes irte de inmediato.
            Dijo ella poniéndose de pie y alejándose de Jordan para regresar detrás de la seguridad de su escritorio.
            Jordan comprendió que la tarea que había adquirido no resultaría tan fácil como lo había imaginado, así es que decidió retroceder un momento para ser más cauto. Podía leer mucho dolor en los angustiados ojos de su amiga. Ojos que revelaban claramente el llanto nocturno.
- De acuerdo, de acuerdo. Disculpa. He venido a verte, quería saber de ti. Cuando Jonathan me dijo que te había visto, disculpa, pero fue lo que sucedió…
Dijo mientras se ponía de pie y tomaba a su amiga de la mano para conducirla de nuevo hacia el sillón junto a él.
            En ese momento, se oyó unos golpes en la puerta abriéndose. El café y el jugo hacían su entrada en un momento muy complicado para Jordan. Ambos agradecieron y Josefa se retiró. Jordan inició de nuevo la charla.
- Te ves muy cansada. ¿Estás bien?
Preguntó casualmente.
- Pasé muy mala noche, eso es todo.
Jordan sonrió porque Diana sin quererlo le confirmaba sus sospechas, había llorado mucho la noche anterior. Para él, ella no sabía mentir.
            Al menos ahora sabía que algo importante en ella no había cambiado. Continuaba siendo una muchacha ingenua, todo en ella lo revelaba, su expresión y la candidez de una ridícula frase articulada como un sencillo escape.
- Finalmente lograste lo que querías. Eres médico veterinario.
Logró una sonrisa.
- Siempre logré lo que quise, Jordan.
Dijo ella, más que alegre, apesadumbrada.
- Pero dime. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Te buscamos tanto.
Ante esta pregunta Diana se extrañó.
- ¿Cómo que me buscaron? Yo pensé…
Diana cerró sus ojos tratando de buscar rápidamente una explicación a una frase tan extraña.
            Ella siempre pensó que los que habían desaparecido, habían sido ellos. Los buscó luego de volver al pueblo, pero no los encontró. Incluso llamó por teléfono, cosa que detestaba. Diana en aquel tiempo consideraba todo tipo de teléfono una amarra y ella no soportaba ninguna clase de amarra. Quería huir de su familia, por eso había decidido no usar teléfonos de ninguna especie y simplemente no lo hizo. Pero cuando llegó de regreso al pueblo y encontró la casa de los Knight ocupada por otra familia. Utilizó el teléfono para llamar a la única persona que sabía podría darle alguna información, Perla. Sin embargo, nunca consiguió hablar con ella, nunca estaba en su casa y los padres de la joven no supieron contestar a las extrañas preguntas que Diana les hacía. Finalmente se dio por vencida y desapareció para siempre de aquella ciudad, pensando que ellos, la familia Knight, se habían marchado lejos. Además estaba el detalle de la carta. La carta que tan temerosamente había escrito. Como podría esa carta haber motivado la desaparición de los Knight, era algo que ella nunca logró entender, pero que era la única respuesta posible a tan inesperado suceso. Se convenció de que era lo único que podría haber sucedido. La verdad, su verdad, revelada tan sinceramente, no era aceptada por Jonathan ni su familia y nunca le perdonarían tanta mentira y tanto engaño. A  Jordan no lo culpó pues era apenas un niño y según su juicio no había participado de tan drástica decisión.
- Claro que te buscamos. Mi madre se quedó tan preocupada por ti.
- Tu madre estaba preocupada, tan linda… ¿Cómo está? ¿Está bien? ¿Dónde está?
- Ella está bien. Se casó de nuevo y se fue a vivir con su marido a la playa.
- Me alegro, es una buena mujer… Pero… y… ¿La carta? ¿Supiste de ella?
Dijo Diana de golpe, estaba muy desconcertada por las palabras de Jordan.
- La carta… ¿la carta?... ¡la carta! ¡Ya recuerdo!
Dijo Jordan mientras trataba de recordar qué carta era aquélla. De pronto se hizo la luz en su mente. Decir lo que le iba a revelar a Diana era lo que había venido a decir. No podría habérsele presentado la oportunidad de mejor manera.
- Diana, esa carta nunca fue leída por Jonathan.
Aquellas palabras perturbaron mucho más a la confundida Diana.
- No la leyó. ¿Cómo que no la leyó? Yo la dejé en la guantera. Se lo dije.
Balbuceó como vomitando aquellas palabras.
- Lo sé.
- Explícate por favor.
Exigió Diana.
- Diana… el día que te fuiste prometiendo volver pronto, Jonathan tuvo un accidente. Fue algo terrible. El auto se quemó y con él tu carta.
- ¡¿Qué?!
Aquellas palabras golpearon los alterados sentidos de Diana, quien la noche anterior había llorado amargamente a causa del encuentro que había tenido la tarde anterior con Jonathan y nuevamente las lágrimas aparecían en su rostro.
- Ahora está bien, ayer lo viste. No hay secuelas del accidente. Pero créeme, estuvo muy mal…
            De vuelta en el automóvil luego de despedirse de Diana, Jonathan había buscado en la guantera la carta. Sabía, que aquella carta era importante porque finalmente, luego de mucho meditar al respecto, logró comprender que su pequeña Diana tenía algo muy importante que revelarle. La tomó entre sus manos y con sus dedos trémulos se dispuso a abrirla, pero el encargado del estacionamiento del terminal de buses lo apuró para que se retirara, entonces Jonathan sintió el aroma de Diana impregnado en la carta, la besó y la abrazó, como si la abrazara a ella y dejó la carta en el asiento del copiloto para leerla tranquilamente cuando estuviera de regreso en  casa. Pero algo terrible sucedió en ese trayecto. Un accidente tan imprevisto como desgraciado. Un automóvil se salió de su pista golpeando el vehículo que Jonathan conducía, provocando que éste perdiera el control, se saliera de la pista, rodara por un precipicio, para expulsar al joven en una de estas vueltas y salvarlo de la muerte. Casi inconsciente pudo ver como el automóvil estallaba en llamas para luego perder el conocimiento por mucho tiempo.
            Cuando su padre, el señor Richard Knight, supo lo ocurrido se hizo presente en el acto y como su hijo continuara en coma se decidió a trasladarlo al hospital de la capital, donde luego de mucho tiempo Jonathan logró salir del coma. La primera palabra que logró articular cuando recuperó la conciencia fue “Diana”. Pero su recuperación estaba lejos de ser alcanzada. Hubo que recurrir a un largo tratamiento para que el joven lograra recobrar todas sus funciones corporales. Junto con su traslado toda su familia se mudó junto a él, abandonando todo en aquel pequeño pueblo donde habían iniciado, hacía varios años, una nueva vida, alejados del padre y del resto de su familia. Y ahora, en la tragedia, la familia se reunía nuevamente, no para reconstruir lo perdido, pero sí para sanar todas las heridas que la separación había causado, todo para lograr que Jonathan saliera adelante.
            Diana se encontraba reclinada sobre el regazo de Jordan y lloraba silenciosamente. Todos aquellos equivocados años había estado pensando y culpándose a sí misma por haber perdido a las únicas personas que realmente la habían querido, por sus tontas mentiras. Su amigo la abrazaba y acariciaba tratando de darle su consuelo.
- Ahora ya sabes lo que sucedió. ¿Crees que puedas volver junto a él? Jonathan nunca ha dejado de quererte.
Diana se levantó y lo miró con los ojos llorosos.
- Pero él tiene una novia. Lo vi ayer.
Dijo ella poniéndose de pie para iniciar un largo paseo alrededor de la oficina.
- Ya no. Anoche dio por finalizada esa relación. Aun creyendo que tú nada querías saber de él.
Diana guardó silencio y Jordan la observaba esperando alguna respuesta.
- No puedo.
Dijo finalmente deteniéndose en seco.
- ¿Acaso ya no lo quieres?… ¿Sales con alguien?... ¿Existe otro hombre? ¿Te casaste, por eso te llaman Franzani?...
            Jordan no sabía qué más preguntar.
- Nada de eso.
- Entonces explícame ¿por qué ahora eres Franzani y no Elster?
- No estoy casada. Pero no puedo...
- ¿Cómo que no puedes? Él te ama, tú lo amas, puedo leerlo en tus ojos.
- Creo que debes irte.
Dijo Diana tratando de regresar tras la seguridad de su escritorio, una vez más.
- ¡Claro que no! No me iré mientras no te expliques.
Le dijo sosteniéndola de un brazo firmemente sin llegar a lastimarla.
- Déjame, Jordan.
Dijo ella soltando un desgarrador llanto y él la abrazó fuertemente.
            Ella se dejó caer sobre el inmenso cariño de su amigo y una vez más se sintió querida por ser ella misma, una muchacha sencilla, sin grandes aspiraciones más que una vida tranquila y sosegada. Algo que había encontrado a sus doce años y que había perdido de una manera tan extraña. Incluso se había llegado a preguntar si aquello no había sido una treta de su familia.
- ¿Qué pasa, Diana? ¿Qué tienes? Dime por favor.
El llanto estremecedor de Diana hizo que Jordan se compadeciera tanto de ella como si ella fuera el ser más desvalido que él jamás hubiera visto.
            Poco a poco las palabras comenzaron a tener sentido para Jordan y una vez cesado el llanto, Jordan supo todo lo que Diana siempre había temido contar. La expresión “pobre niña rica” era la que mejor describía lo que había sucedido con Diana toda su vida. Sus padres, dos excéntricos y egocéntricos millonarios habían dado a luz a la pequeña niña siendo aún muy jóvenes y muy irresponsables. Ella fue criada por niñeras desde recién nacida. Su madre ni siquiera la había amamantado por no perder la belleza de su juvenil busto. Para luego, literalmente abandonar a su hija al cuidado de extraños bien pagados, mientras ellos, tan absortos el uno del otro, se dedicaban a viajar por el mundo en busca de nuevas emociones y practicar todo tipo de deportes aventura, en uno de los cuales perdieron trágicamente la vida cuando Diana tenía solamente cuatro años, dejándola a cargo de una tía ambiciosa y poco afectuosa que se desvivía por consentirla en todo, lo mismo que hacía con su propia hija, una chiquilla mal criada dos años mayor que Diana. De todos modos Diana desarrolló como modo de defensa, una forma particular de ser, pues sabía que estas muestras de afecto eran del todo hipócritas y falsas. Diana se mostraba dura y fría para, a pesar de su tía lambiscona y de su prima envidiosa, lograr hacer todo lo que deseaba. Fue así como recibió todas las clases que se le ocurrieron: música, danza, equitación, artes marciales, buceo… y todo lo que se le ocurriera con el único fin de permanecer la mayor cantidad de tiempo lejos de aquellos familiares que nunca la entenderían y que siempre se demostraban tan atentas con ella, pero que Diana sabía todo lo que la detestaban, porque las había escuchado en más de una oportunidad hablar con tal virulencia a sus espaldas que se imaginó a sí misma como un triste pollo siendo preparado para la cena por las dos brujas en el tenebroso bosque.
            Así fue su vida hasta que, al cumplir once años, descubrió una cláusula especial en el testamento de sus padres que estipulaba que si ella demostraba ser una persona organizada e independiente lograría independencia de sus familiares eligiendo para la administración de sus finanzas a una persona de su confianza. De este modo se entrevistó con muchos abogados a quienes trató de conocer para tomar la mejor decisión, hasta que por fin encontró a un señor de avanzada edad que le inspiraba gran confianza y se decidió por él, quien la asesoró en todo. Lo primero que tuvo que hacer fue demostrar total independencia. De este modo llegó al pueblo donde conoció a la familia Knight, camuflada como una muchacha humilde que vivía en una pensión. Trabajó muy duro y logró obtener una beca para asistir a una universidad a un curso de verano. Aquel hecho era suficiente para demostrar su independencia y total dominio de sus actos, lo mismo que su madurez. De esa manera logró deshacerse de su tía y el fideicomiso de su fortuna pasó a sus manos y la administración del anciano abogado, quien fue su principal apoyo para lograr la independencia total cuando cumplió la mayoría de edad. Después de todo, sus padres sí la habían amado y habían pensado en ella tanto como en ellos mismos, demostrándole más allá de la muerte que confiaban en ella, pero eso lo comprendió pasados muchos años, cuando pudo considerarse una mujer madura. Momento en que le costaba entender cómo fue que siendo tan niña demostrara tal coraje para conseguir sus propósitos de independencia y libertad.
            Jordan junto a su hermano habían recurrido al colegio para averiguar dónde había sido becada Diana, pero no habían antecedentes a su disposición. Todo había sido borrado misteriosamente. Ciertamente el director recordaba la universidad y los chicos fueron a buscarla, pero no obtuvieron ninguna información, porque Diana nunca se matriculó en ella. Eso sucedió porque Diana nunca fue Diana Elster sino Diana Franzani, la hija única de unos acaudalados inmigrantes italianos. Además, sus estudios fueron realizados fuera del país. Esa fue su decisión. Alejarse lo más posible de todo lo que le recordara a su pasado. Hasta ese minuto ella siempre estaba huyendo de su pasado. Y continuaría haciéndolo por muchos años más.

No comments: