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Sunday, May 02, 2010

Los dos últimos días


Cuando uno añora estar en otro lado, las pequeñas cosas se hacen una carga insostenible. Estuve 6 años en el colegio, un lugar que me hacía sentir como en mi hogar. Con el tiempo descubrí que eso era una pálida impresión. A pesar de que amaba trabajar ahí, no por el edificio, ni por mis colegas, ni tampoco, debo decirlo, por las monjitas, mi disfrute se remitía a mis alumnas, unas niñas con las que vivía constantes experiencias de aprendizaje cognitivo como humano. Unas alumnas a las que admiraba y para las que añoraba los mejores éxitos.
Pasé mucho tiempo queriendo irme del colegio, pero me quedaba, otro años, el último año, un año más... No eran deseos de irme por irme, sino porque quería estudiar más, hacer un magister, crecer académicamente. Además, sentía que ganaba poco que de 100 ganaba 70 y vaya que me faltaban los otros 30. En fin, además me pedían tanto para tan poco que recibía en términos económicos... y me quedaba otro años. Llegué a desear que me echaran.
Cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir... lo dije muchas veces y tenía razón como en tantas cosas. Nunca me he considerado dueña de la verdad, pero dolorosamente tengo mucha razón en mis apreciaciones, quisiera no tenerla, incluso muchas veces finjo no pensar absolutamente nada sobre algunos hechos de la vida.
El 30 de diciembre, el último día de trabajo, cuando nos preparábamos para ir a una deliciosa tarde de asado y piscina con los colegas fui a mi entrevista con la directora, la que rápidamente me informó, de manera florida que no me querían más en el colegio. Me dieron la patada en el poto y pa' fuera. Me dijo que yo era excelente que querían que volara, que floreciera, pero que en el cole me había estancado, eso entre varios de mis defectos. Las palabras bonitas no sirvieron para evitar la lluvia, tormenta que se derramaba de mis ojos. Pero era lo que yo quería, y se me cumplió. Me consolé pensando en la indemnización pues necesitaba mucha plata para solucionar algunos problema económicos, hoy se que la plata es más etérea que el agua o la neblina.
Dignamente fui al asado, comí rico y me bañé cual sirena quinceañera.
No faltaron los idiotas que me dieron un montón de consejos y sermones forzados. Sus palabras, hipócritas y pseudosabias, no me interesaban en lo más mínimo porque ellos no me interesaban en lo absoluto. Vayanse a la mierda con sus caras tristes y solidarias.
O sea, mi año nuevo fue bien "penca".

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